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LA BESTIA QUE VIVE EN MÍ

Relatos Dreamers

Soy incapaz de enlazar dos pensamientos coherentes. El dolor es demasiado intenso como para poder ignorarlo y pensar con claridad. Miro hacia el otro lado de la cabaña. Judd está tirado entre la mugre del suelo. Se retuerce y tiembla, mientras se afana en taponar con sus manos la sangre que mana a borbotones de sus tripas. Está asustado. Mucho. Puedo oler su miedo como si fuera algo físico. Sabe que está desahuciado. No hay tiempo. Se está muriendo. Debería tratar de idear un plan de fuga, antes de que Creed regrese. Pero mi mente se encuentra muy lejos de aquí. Pronto, Judd morirá. Quiero rugir y destrozar lo que sea que suponga una amenaza. Soy un animal. Creí que Creed no volvería a traspasar la línea. Lo de Zorra Plateada no debe repetirse. No matará más. No dejaré que arrebate otra vida. ¡Basta ya! Me da igual si ese hijo de perra está relacionado de algún modo conmigo. Debe morir. No hay posible redención. Es un asesino. Sin más. Si sale vivo de ésta, volverá a matar. A la mierda con los ideales intrínsecos del sueño de Xavier. No puede hacer con él, lo que hizo conmigo. Un asesino no puede dejar de serlo. Yo soy el ejemplo más claro. Quizá se equivocó también cuando se enfrentó a Warren por defender mi potencial para el bien. No soy de fiar, como él dijo, en cualquier momento puedo perder el norte y convertirme en una amenaza para los míos. He pasado años luchando con eso, tratando de ser civilizado. Pero no puedo más. Se acabó. No renunciaré a mi naturaleza animal. Acepto lo que soy. Quizá hubo un tiempo en que fui más hombre que bestia… pero eso fue hace demasiado. Me abandono a lo irracional. El instinto rige mis actos. Perdóname, Charles. Fracasaste. Ambos lo hicimos. Tú quisiste convertirme en alguien que no era, y yo quise creer que eso era posible. Voy a destrozar a ese cabrón. Sí. No hay otra opción. La vida de Judd merece el sacrificio. Entregaré con gusto lo poco de humanidad que me queda, si así puedo salvar la vida de un viejo amigo. Aguanta. No te mueras, Judd. Sé que una vez haga lo que voy hacer, jamás podré volver con quienes se convirtieron en mi familia… mi Patrulla X. Seré un solitario de nuevo. Oigo los pesados pasos de alguien acercándose a la cabaña. Saco las garras. Un estallido abrasador provoca que mi cuerpo se golpeé bruscamente contra la madera de la pared sobre la que languidezco. Mi factor curativo está colapsado. Mi cuerpo no está menos destrozado que el de Judd. Ambos debíamos de haber muerto hace minutos. Nos cogió por sorpresa. Creed estaba rabioso. Esta vez no quería jugar al gato y al ratón. Atacó con la única intención de matarnos. No pensaba en disfrutar del combate, como otras veces; sólo en poner fin a nuestras vidas rápida, feroz y expeditivamente. Sin adornos. Sin bravatas. Siempre pensé que jamás me mataría. Aunque me tuviera a su merced. Parecía disfrutar alimentando el odio que sentíamos el uno por el otro. Creed no ha encontrado muchos rivales a su altura, a lo largo de su despreciable vida. La sangre le apasiona. Por eso, pensé que, para él, era un juego plagado de diversión. Si uno de los dos moría, se acababa la partida; y la diversión. Él sabía que yo estaba intentando adaptarme al sueño de convivencia pacífica de Charles, el cual me impedía arrebatar una vida a la ligera. Los goznes de la puerta chirrían. Por lo que intentaría ser mejor que él, y no matarle, si eso era posible. Me incorporo. Sé que si vuelvo a caer, no podré levantarme. Y él no quería destrozar el único ratón digno de ser cazado del cual disponía. Ni siquiera el Factor curativo podrá salvarme esta vez, si fallo. El frío invernal se cuela por la puerta entornada. Dientes de Sable morirá hoy a manos de Lobezno. Una sombra titilante se arroja, informe, en la cuña de luz que se forma en el suelo. Cierro los puños. Judd grita algo ininteligible a mi espalda. Salto como un Wolverine acorralado, al cuello. Mis garras se hunden contra la puerta y lo que sea que haya al otro lado. Siento como atravieso carne y hueso. La puerta de madera cede ante mi peso y mi impulso. Caigo como un muñeco roto, fuera de la cabaña, rodando, hasta caer sobre la nieve acumulada en el porche. Creed sigue respirando, aunque con dificultad. He fracasado. Qué grito Judd. No he podido matarle, y no creo que tenga una segunda oportunidad. Había horror en su entonación. Un momento. ¡Dios mío! Ese grito. No puede ser. ¿Qué impulsaría a Judd a alertar a Creed? Ese olor. A menos que… ¡Oh, Dios! ¿Hethear? Joder, no puede ser. Es Heather. No, espera un momento. Quizá me equivoco. Heather McNeil Hudson. Me arrastró sobre mí mismo, giro un poco el cuerpo y alzo la cabeza. Heather McNeil Hudson. El dolor es atroz. Quizá me equivoco. Puede que mis sentidos estén confusos. Tengo que comprobarlo. Sí, puede ser… Tengo que verlo. ¡Oh, por el amor de Dios! Ya no respira… ¿Heather?, gruño. ¿¿Heather?? Contéstame, maldita sea… ¿¿¿HEATHER???Añadir Anotación


El duque albino

El duque albino, 23 de Febrero de 2007
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