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Nacido en Calzada de Calatrava (Ciudad Real), se traslada a los ocho años con su familia a Extremadura, hasta que a los veinte años decide instalarse en Madrid, donde consigue un trabajo en la Telefónica, que posteriormente le serviría para algunos de sus mejores gags en lo que se podría entender como una especie de ajuste de cuentas (en “Mujeres al borde de un ataque de nervios” Carmen Maura destroza un teléfono tirándolo por la ventana). Ya en esta época, que coincide con el final de la dictadura franquista, Almodóvar comienza a realizar en super-8 sus primeros cortometrajes con una estética decididamente kitch y transgresora, muy propia del momento que atravesaba el país, y así se convierte a su vez en icono de la movida madrileña y la contracultura. Con su pareja artística por entonces, Fabio Mcnamara, se introduce también en la música, con temas inolvidables que sería divertido que escucharan hoy los académicos de Hollywood, que ya le han dado dos Oscar.
Su primer largometraje, “Pepi, Luci, Bom, y otras chicas del montón”, deliberadamente torpe y vista hoy sonrojante, se convierte sin embargo en película “de culto”, aprovechando las ganas que tiene el país de ver algo diferente y fresco, que rompiera con los tabúes y la moral tradicionalista católica impuesta en el régimen anterior.
Tras otros dos largometrajes marcados por la estética de la movida, “Laberinto de pasiones” y “Entre tinieblas”, su primera película realmente importante, y por la que cierto sector de la crítica que antes le había ninguneado o claramente despreciado, le empieza a tomar en serio, es “¡Que he hecho yo para merecer esto!”, que refleja además la cinefilia del rompedor cineasta al homenajear al neorrealismo italiano sin perder el tono de la más absoluta españolidad que siempre impera en su filmografía.
Aunque con este y los siguientes largometrajes, “Matador”, y “La ley del deseo”, ya había empezado a llamar la atención del mercado extranjero, es con su primer megaéxito “Mujeres al borde de un ataque de nervios” con el que definitivamente se instala en el santoral de los cinéfilos de medio mundo, con nominación al Oscar incluída y numerosos premios internacionales. Almodóvar pierde ese Oscar en beneficio de una excelente película danesa, “Pelle el conquistador”, pero de lo que más se habla en España es de la fuerte discusión con su actriz Carmen Maura, la cual había acudido a la gala de los Oscars sola. Años mas tarde ha habido una reconciliación leve, pero al día de hoy Almodóvar no ha vuelto a contar con la que fuera su antigua musa para ninguno de sus personajes.
Tras otros dos éxitos de crítica y público, “Átame” y “Tacones lejanos”, Almodóvar recibe por primera vez nefastas críticas casi unánimemente cuando estrena su décimo largometraje “Kika”, que ciertamente es una película menor en su filmografía pero a la que hay que reconocer una cierta gracia en la exposición y denuncia de un triste fenómeno que se da entonces en España: la telebasura y el amarillismo.
“La flor de mi secreto” y “Carne trémula”, sus siguientes trabajos, dividen a la crítica y acentúan más, si cabe, la mala relación de la Academia del cine español con el cineasta manchego, que lo vuelve a ignorar en sus premios Goya, como ya había ocurrido con “Átame”, que candidata a 15 “cabezones” no consigue finalmente ninguno por el apabullante éxito (13 premios) de la película de Carlos Saura “Ay, Carmela”.
Pero esta mala relación queda suavizada por el triunfo en los premios de cine español de su siguiente obra, “Todo sobre mi madre”, su mayor éxito internacional hasta ese momento, y que le da el ansiado Oscar, entre otros numerosísimos galardones internacionales, once años después de su primera nominación.
Tal fue la repercusión de esta estupenda “Todo sobre mi madre”, que muchos piensan que Almodóvar ha llegado al punto cumbre de su buena pero irregular carrera y que no va a poder superar la que algunos consideran incluso una obra maestra. Sin embargo, no hay que esperar mucho para descubrir el torrente de creatividad, originalidad y sensibilidad que conserva el ahora menos transgresor pero cada vez más brillante director español. Con “Hable con ella”, su último film hasta la fecha, ha conseguido un hito sin precedentes en el cine español. Además de la apabullante victoria en los premios del cine europeo, derrotando a películas de la talla de “El pianista”, de Roman Polanski, el César del cine francés (y cuarto de Almodóvar), los BAFTA británicos, y demás premios en festivales del mundo civilizado, Almodóvar se cuela entre los grandes del cine norteamericano, al competir por el Oscar a la mejor dirección y al mejor guión original, premio éste último que consigue entre la ovación y admiración del público presente en el auditorio. Sin embargo, la academia del cine español vuelve a negarle el premio, retomando la tradición, además de no enviar vergonzosamente como representante del cine español la película a Hollywood, lo que da más mérito a sus nominaciones en categorías superiores.
Queda por saber si el director español más conocido e internacional de la historia (Buñuel tiene ese puesto en círculos más cinéfilos y/o intelectuales), sabrá digerir bien el éxito, como ha hecho hasta el momento, y nos seguirá dando muestras del cine que tiene en la cabeza. Y en el corazón.
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