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El mundo de Belmonte tiene esto y mas. | |
Belmonte se miro al espejo, un espejo de 2 metros de altura realizado en oro por artesanos enanos. Sin lugar a dudas, la realización de aquel espejo no fue realizada al azar, y no lo decía solo por que portaba con orgullo la heráldica de la casa Belmonte, aparte se notaba una delicadeza exquisita en las formas, en la ornamentación y, sin lugar a dudas, en las geometrías. Cuando Antonio Belmonte, su padre, mando realizar ese espejo como regalo para su madre, dejo bien claro que quería lo mejor, y lo tuvo.
Mientras termina de ponerse la pajarita, Gabriel recuerda la vida familiar cuando nació. Su madre, la Condesa Ana María de la Gracia, una mujer dulce y tierna, firme en sus decisiones, pero cariñosa y amante de su hogar. Su padre, Antonio Belmonte de Sotomayor, un hombre que se había criado en la vida dura del aventurero, pero que al conocer a su madre lo abandono todo por su amor, todo, su afán aventurero, sus deseos de explorar e incluso la posibilidad de ser alguien importante por sí mismo. Cuando unieron sus vidas, fruto de su amor, nació a los dos años Gabriel Belmonte.
Gabriel fue siempre un niño callado y reservado, como su madre, pero a la vez se le notaba el deseo de hacer algo mas, como su padre. Criado con todos los lujos a su alcance, Gabriel demostró una aptitud especial para las buenas formas, pero siempre había algo que no cuadraba. Si tenia que estar listo para una recepción, llegaba inmaculada, pero unos segundos tardes. Si llegaba puntual, había algo en su forma de vestir casi imperceptible para el ojo no entrenado que no cuadraba, pero ahí estaba. Su padre pronto se dio cuenta de esto, y reconoció en su hijo un afán por hacer cosas distintas, como él en su juventud.
Antonio Belmonte de Sotomayor destaco con un especial dominio en el manejo de la espada, y así decidió entrenar a su hijo en el funcionamiento de dicho arte. No fue para el una sorpresa ver a su hijo manejando la espada como si fuera un profesional con solo 15 años. Con 20 años llego a ganar varios campeonatos de esgrima en el Reino de Hispalis. Pero la niñez acaba antes o después. Con 21 años, mayor de edad, su madre le concertó una boda con Doña Margarita de la Hiniesta y del Olmo, una bella noble de Al-Andalus. Gabriel le comento a su padre su deseo de dedicarse a viajar por el mundo, de conocer gentes y culturas nuevas. Antonio lo comprendió, pero no deseaba contrariar a su esposa, así que, con una ternura increíble, le dijo: “Hijo, comprendo tu deseo de aventuras, pero también hay aventuras en hacer feliz a una persona, también hay emoción en sentir su amor, también hay riesgo en querer lo mejor para ella. La aventura no es salir por ahí, enfrentarse a ignotos peligros con una mano en tu espada y la otra en la liana, ni enfrentarse a bestias y seres inimaginables, aunque consigas tesoros increíbles y aventuras que recordaras de por vida, la aventura esta en nuestros corazones, y desde que me case con tu madre, todos los días han sido la mayor aventura que he podido vivir”. Estas palabras le llegaron al corazón a Gabriel. Esa noche se fugo de casa y se fue a recorrer mundo.
Sus primeros vagabundeos fueron poco fructíferos, ni había tales bestias inimaginables ni tesoros increíbles, lo mas que logro fue afincarse en París y atrapar a un par de ladrones de medio pelo. ¿Eso era la aventura que deseaba? No, ni mucho menos. Pero cuando un detective de medio pelo llamado Jack O"Lantesn puso un anuncio buscando un ayudante, y aunque el sueldo era mediocre, Gabriel se apunto rápidamente. Con Jack aprendió todos los trucos del oficio, y Jack logro un ayudante versado en esgrima, intuitivo y muy sagaz. Con 26 años Gabriel Belmonte era un nombre en París, y con 27 años la Corte de París se puso en contacto con Jack y Gabriel para investigar unas islas al Noroeste del Reino. De dicha travesura, Gabriel aprendió que la aventura conlleva riesgo y que no es arriesgado atacar de frente a un bicho de casi 20 metros de altura con cola y que lanza fuego. Tras la tarea asignada por la Corte de París, Gabriel se reencontro con su padre por un asunto triste: la muerte de su madre. Tras padre e hijo recuperar su amistad perdida, y ser perdonado por su padre, este le financio una expedición hasta Africa en busca de una reliquia perdida: la lanza de Longinus, la cual se clavo en las carnes de Jesús y se le creen poderes místicos. Una aventura que Gabriel recorrió acompañado de su tutor Jack, solo para encontrarse cara a cara con peligros místicos, poderes sobrenaturales y una misteriosa tribu de elfos oscuros que supusieron el fin de Jack. Allí conoció a Tzardriel, un elfo oscuro renegado que le ayudo a escapar con vida de allí. Fracasada la expedición, Gabriel regreso a Hispalis sin lograr nada, pero con un compañero de aventuras mas que capaz de afrontar cualquier peligro.
Gracias a su padre y sus contactos, logro audiencia con la Reina de Inglaterra en un momento en que esta requería la investigación de unas fronteras colonizadas. De aquella aventura logro su primer triunfo importante, encontrando una impresionante veta de diamantes para la Reina de Inglaterra, así como un merecido reconocimiento ante las Cortes, un pequeño castillo en las afueras de Londres y ser nombrado Sir de la Reina de Inglaterra, un titulo sin ningún valor real, pero que le permitía cobrar un pequeño (e importante) sueldo para financiar sus búsquedas y aventuras. Su merecida fama en diversos asuntos para la Reina de Inglaterra le valió trabajos para nobles mas y más ricos y honorarios cada vez mas elevados, pasando de un vulgar aventurero a ser llamado un “noble aventurero”.
Gabriel se da un ultimo vistazo en el espejo. Comprueba que la pajarita esta impecable, su traje inmaculado y su pelo alisado y con un aire natural. Esta noche la Reina de Inglaterra va a dar una ceremonia en su honor... bueno, no precisamente en su honor, pero casi es lo mismo. La asignación de un equipo de elite que investigue los alrededores del Inglaterra y territorios inexplorados en el nombre de la corona de Inglaterra responde mas a una sutil manipulación de importantes nobles con deseos pocos claros que a algo que a la Corte le interese mucho, pero a fin de cuentas es lo que siempre ha estado esperando, una oportunidad de aventuras sin fin, sin limitación, que le permitan conocer el mundo entero, que le permitan vivir emociones sin limites. Sabe que su padre estará muy orgulloso de el, lo sabe, pues su padre fue uno de los que avivo, inconscientemente, o quizás no tanto, su deseo de aventuras.
Mientras sale por la puerta se cruza con Tzardriel. Este lo saluda y Gabriel efusivamente da los últimos retoques antes de irse.
- Tzardriel, encárgate de dejar dicho al servicio que, aprovechando mi ausencia, se tomen dos días a la semana libres. Y que las rosaes aurictus necesitan de agua abundantemente, no desearía encontrarme mi hogar lleno de plantas marchitas. - Lo haré de inmediata- comenta Tzardriel- Nos vemos en el aerostático. - No te quejes, Tzardriel, te puedo asegurar que una fiesta de esas esta llena de gente que no sabría atarse los cordones de sus zapatos si no fuera por el servicio... y los que saben están demasiado gordos como para llegar hasta ellos.
La sonrisa de Tzardriel marco el final de la conversación. Gabriel se dispuso a marchar hacia la recepción. Sabia que le esperaba una insoportable parafernalia llena de tipos que no sabían lo que era correr por su vida, hermosas y aterciopeladas mujeres que pensaban que el sudor era algo para los pobres... pero, bueno, después, cuando por fin embarcase en el aerostático, sabia que le esperaba algo distinto, algo emocionante, algo por lo que merecería la pena vivir o morir.
La aventura.
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