La historia que voy a relataros ocurrió hace ya muchísimo tiempo, en otro lugar, en otro mundo muy lejano al nuestro. El año 3067 estaba apunto de llegar en el planeta G-32 mientras que en nuestra Tierra vivíamos aún en cuevas y comenzábamos a convertirnos en grandes depredadores de la naturaleza.
Planeta G-32. Luryen aborrecía tanto todo lo que estaba a su alrededor que a medida que sus cavilaciones se hacían más profundas, su tristeza crecía de igual forma. Una fría brisa corría entre los callejones de los suburbios donde la muchacha tenía que pasar todas y cada una de las noches desde aquel "incidente"; pero esa es una historia que os contaré más adelante.
Luryen, camuflada bajo una pila de cartones y plásticos de deshecho sucios tarareaba una melodía que había aprendido cuando era una cría. Cuando era inocente, tenía buenas relaciones con su familia y desconocía la maldad del mundo. Al murmurar aquellas notas alejaba los pensamientos de su cabeza, y como bien sabía la muchacha, pensar llamaba a las lágrimas y al dolor. La ignorancia nos hace felices y ella no deseaba sufrir más. En aquel momento, a lo lejos pasaron por una calle perpendicular, cerca del callejón, un par de hombres que discutían airadamente la situación política de la ciudad.
- Ese condenado Mitrem nuestro. ¡Ese Dirius del infierno! ¡Él es el culpable de todo este desorden! - ¡Cálmate hombre! A mí me gusta esta ciudad. - ¿Te gusta esta ciudad, eh? - Pues sí. Nací y crecí aquí y nunca me ha faltado nada para ser feliz. - Entonces estás de acuerdo con este desorden. ¿Te gusta la violencia callejera, la Prostitución Libre y el Derecho de Victimis? Chico, la nuestra es una ciudad gris, y se está tornando negra a pasos agigantados. La muerte puede olerse en cada rincón. Pero todo aquí es así. En todo el puto planeta ocurre lo mismo. G-32, ¿Crees que ese es nombre para nuestro lugar? Suena frío, como si todos viviésemos clasificados por un sistema superior. Al menos no nos han asignado a cada persona un número de identidad como creo que pretendía hacer nuestro anterior Mitrem.
En este punto Luryen dejó de escuchar y de canturrear para dejar fluir sus pensamientos. La vida era una mierda, y más aún si vivías en el G-32. Estaba muy de acuerdo con lo que el hombre anónimo declaraba. El nuevo Mitrem llevaba años maquinando con todos los políticos. Líder de una especie de nueva secta, no tuvo problemas para imponer unas leyes que el ochenta por ciento de los habitantes del planeta estaba deseando admitir, pues los hombres de G-32 eran corruptos hasta la médula. Más de la mitad del género masculino admiraba la violencia en general, los maltratos a seres inferiores (considerando como tales incluso a sus propias esposas, madres, hijas, etc) y la esclavitud entre otras cosas, mientras que el resto de los hombres vivía aparentando ser igual a ellos por miedo a las represalias. Por su parte, las mujeres también estaban divididas en varios bandos. Existían unas pocas que, como Luryen, vivían escondiéndose para no ser objeto de agresividades de todo tipo o luchaban en secreto por un cambio radical en la mentalidad de la población. Otras - la mayoría - habían abandonado sus mentes a la manipulación de los hombres agresivos y les apoyaban en sus radicales y peligrosos ideales, y por último estaban aquellas que guardaban silencio y lloraban en la oscuridad por no tener fuerzas y valor para rebelar sus verdaderos pensamientos.
Por otro lado, la dura vida del G-32 se acrecentaba con las leyes del Mitrem. Sí, pensó Luryen, la vida en este lugar es gris, hay miedo en el aire, muerte y dolor. Pero no estoy dispuesta a abandonarme a una muerte por mi propia mano. No si puedo evitarlo.
Luryen había sido una niña feliz. Sus padres la quisieron más que a nada en el mundo. Pero la crueldad se encuentra a la vuelta de la esquina de la vida, y triste fue el día en que al padre de la pequeña le diagnosticaron una grave enfermedad que acabaría pronto con su existencia. La madre de Luryen, tras la muerte de su amado esposo, fue consumiéndose poco a poco hasta que su mente quedó totalmente ausente de la realidad, y así fue como volvió a casarse transcurrido un tiempo. Pero el nuevo padre de Luryen no era como ella había esperado. La niña fue vendida en secreto a unos traficantes de esclavos y su madre fue manipulada y maltratada psíquicamente hasta que se convirtió en una de esas mujeres convencidas de la infinita superioridad del hombre fuerte. Luryen huyó y vivió en las calles, escondiéndose de los corruptos que quisieron aprovechar la Ley de la Prostitución Libre, camuflada entre la suciedad y el desperdicio, junto a otras mujeres clandestinas que se encontraban en su misma situación, y con las cuales no podía pasar demasiado tiempo ya que sería más fácil para ellos encontrarlas y atarlas al sufrimiento de entregar su cuerpo de forma atroz.
La muchacha llegó a la conclusión, tras unos minutos de silenciosa introspección, de que debería levantarse y desplazarse por las calles en la oscuridad hasta llegar a otro punto de la ciudad. Si no se movía constantemente corría el riesgo de que la encontrasen, y por otro lado tenía que hacer un poco de ejercicio para conservar agilidad por si la situación precisaba de alguna carrera, pues no sería la primera vez que tenía que escapar en una larga persecución.
Tras un par de horas de caminar y trepar por ruinas y calles abandonadas a través de la oscuridad clandestina, Luryen encontró un lugar donde podría vivir escondida las próximas veinticuatro horas, así que recopiló unos cuantos materiales de deshecho que encontró esparcidos por las cercanías y tendió su cuerpo a descansar durante un buen rato, ocultándose con sus recién adquiridas pertenencias. Tras unos minutos decidió empezar a tararear aquella melodía que tanto la calmaba, aun a sabiendas de que corría el riesgo de que algún Pronati la escuchase.
De pronto, la muchacha calló y temblando, se mantuvo alerta, pues había sentido la presencia de alguien muy cerca de donde se encontraba escondida.
- ¿Está ahí? Por favor, ayúdeme.- Oyó Luryen estas palabras con asombro. ¡Una niña! Una pobre criatura se encontraba vagando por las calles al igual que ella. La mujer apartó poco a poco uno de los cartones y observó a la sucia niña que miraba a la pared más cercana en busca de la voz que hacía unos minutos había cantado aquellas notas tan dulces.
- Hola - dijo Luryen. - Estoy aquí, cielo, detrás de ti. Entre los cartones.
La niña se giró sobresaltada y miró intensamente a Luryen, de quien ya podía ver su cabeza asomando entre los sucios objetos.
- Hola. La oí cantar. Tengo... tengo miedo. ¿Puedo... - Ven conmigo, cielo, no tengas miedo porque ahora estaremos juntas. - Y Luryen alzó los brazos para atraer hacia su cuerpo a aquella asustada criatura que tanto le recordaba a sí misma.
* * *
- Así que te llamas Nimi. Es un nombre bonito. - Luryen y la niña conversaban en susurros bajo la pila de cartones y plásticos. - Luryen también lo es. Aunque es un nombre extraño. - Sí, mi madre me lo puso por la protagonista de su leyenda preferida. Era como su heroína, ¿sabes?, por eso estoy orgullosa de mi nombre, siempre lo estuve. Me recuerda a mi madre - dijo con una sonrisa llena de melancolía. - Y, ¿cuántos años tienes? La muchacha caviló durante unos segundos, y luego contestó. - Creo que veintitrés. O quizá veinticuatro. ¿Quién sabe? Llevo tanto tiempo en las calles del Sector 18 que a veces me parece haber nacido en ellas; pero si hubiese sido así, tendría aproximadamente unos doce años, y bueno, eso es imposible. Recuerdo mi infancia, y recuerdo también a mis padres cuando aun éramos felices... perdóname Nimi, no quería aburrirte. ¿Qué edad tienes tú? - Tengo once recién cumplidos, y no te preocupes por aburrirme. En absoluto lo has hecho. Mmm, ¿te sabes esa leyenda de la tal Luryen? La mujer sonrió y contestó. -¡Por supuesto!. A decir verdad, creo que es una de las pocas cosas que recuerdo bien de mi madre. La niña miró compasivamente a su acompañante y después dijo: - No quería ponerte triste Luryen, si no quieres no la cuentes, puedo aguantarme. - No, tranquila, no pasa nada. De hecho, me apetece contártela. Verás, había una vez una mujer hermosa llamada... - Luryen - Sí, Luryen. Esta mujer era la menor de cuatro hermanos. Los otros eran tres jóvenes que un día tuvieron que partir hacia la guerra y ella se quedó sola cuidando de sus ancianos padres. - ¿Qué más? - dijo la niña con impaciencia. - Bueno, pues... cierto día, Luryen encontró en la puerta de su vivienda una carta en la que se decía que sus hermanos habían sido capturados por un brujo malvado y ahora luchaban en el bando de los malos. - Luryen, no te ofendas, pero eres bastante mala contando leyendas. - ¿Y eso por qué lo dices, listilla?- preguntó la muchacha divertida por el comentario de la niña - Ya sabes... eso de “el bando de los malos” se dice “las hordas del mal”. - Está bien, Gran Señora de los cuentos. Los hermanos de Luryen habían sido atraídos a las hordas del mal y la muchacha sabía que con la fuerza, inteligencia y el carisma de sus hermanos, aquel brujo podía estar causando muchísimo daño, así que sin esperar ni un solo momento, corrió a despedirse de sus ancianos padres asegurando que tendría que viajar durante varios días para comprar unas hierbas especiales, pero en realidad... - En realidad iba a la guerra. - ¡Exacto!. En secreto se vistió como un hombre, y marchó a la guerra en busca de sus hermanos. Luryen aprendió el arte de la espada y pronto fue muy respetada entre sus compañeros, quienes cuando se enteraron de que era una mujer, permitieron que continuase luchando por la admiración que sentían hacia ella. Y así fue cómo llegó el día en que se decidiría quién ganaría la guerra, cuando Luryen y sus compañeros se encontraron luchando en primera línea de batalla frente a los tres jefes del ejército enemigo. - Se dice generales, pero sigue, me está gustando. - ...frente a los tres generales del ejército enemigo. Luryen sabía muy bien quiénes eran y al ver de nuevo los ojos de sus hermanos, fue incapaz de levantar su espada contra ellos. Se quedó allí, paralizada, sin poder mover un solo músculo, con las lágrimas resbalando por sus mejillas al comprobar lo cierto de aquella carta anónima. Entonces, uno de los tres hermanos levantó su espada para cortar la cabeza de la mujer, pero en ese mismo instante reconoció los ojos de Luryen, su amada hermana y bajó su arma. Un segundo hermano se acercó para ver qué ocurría, y empujó a Luryen, a quien se le cayó su yelmo. Los tres hermanos entonces se quedaron mirándola y gritaron de dolor al luchar interiormente contra el encantamiento del brujo. Este, por su parte vio desde la lejanía todo lo que estaba ocurriendo, y acudió con su caballo a gran velocidad para matar personalmente a la mujer que estaba causando tantos problemas. Atacó el malvado brujo a Luryen dejándola gravemente herida. Y en aquel momento los tres hermanos se lanzaron a luchar contra el odioso brujo teniendo ya - a causa del daño que este había infligido a su querida hermana - control sobre sí mismos. Le mataron. - ¿Y Luryen murió? - No, porque las lágrimas de sus hermanos y los hombres de su ejército consiguieron drenarle la vida que a ella se le escapaba. - Una leyenda muy bonita. ¿Crees que existieron alguna vez esos animales? ¿Esos caballos? - No lo sé, pero si fue así, debían ser fabulosos. - ¡Vaya, está oscureciendo! - Oye Nimi, me he dado cuenta de que hablas como una persona de más edad que la tuya. Has debido pasarlo muy mal para madurar tan rápido. - Mamá... - La niña enjugó unas lágrimas que comenzaban a resbalar por su suave rostro - ella enfermó. Papá no volvió a casa. Yo tenía que cuidarla. - ¿En qué trabajaba tu padre, Nimi? - Papá construía vehículos; aeromáquinas de transporte, y era el mejor de todos. Pero tenía otro trabajo secreto. Nunca nos decía por qué tenía que pasar algunas noches fuera. Creo que ese otro trabajo tuvo la culpa de que desapareciese. - Pero, ¿cómo es que estás en las calles, cariño?. Si vivías con tu madre... - Mamá estaba enferma. Y un día, unos señores malos entraron en nuestra casa diciendo que venían a cobrar una deuda. Quisieron llevarnos con ellos, mamá no podía andar bien, pero luchó con sus pocas fuerzas por protegerme. Al final, ellos la... - Nimi rompió a llorar. - Tranquila Nimi, tranquila.
Luryen intentó calmar el llanto de la niña acariciando su pelo.
- No te preocupes, Nimi. Ella ahora no está sufriendo... está en un lugar mejor, cuidando de ti. Te ha guiado hasta aquí, para que estuviéramos juntas. Ya pasó, nena, ya pasó.
Luryen abrazó más fuerte a la niña, y así pasaron un buen rato, hasta que las dos cayeron en un profundo sueño.
* * *
Luryen soñaba. Y en su sueño, caminaba sola por un desierto a las afueras de La Gran Urbe. Andaba con paso decidido, sin miedo a que los Pronati la viesen desde las alturas con una de sus aeronaves de transporte. El cielo allí tenía otra tonalidad muy distinta a la que se veía desde el Sector 18. Allí, el cielo era más azul y el aire transportaba verdadero oxígeno limpio y puro. Luryen sabía que era un sueño, pero no quería despertar nunca. Sonreía a medida que caminaba y se sentía realmente viva.
A lo lejos, divisó unas grandes rocas rojizas (como la arena de aquel desierto), y decidió correr hacia ellas para poder escalarlas y sentarse a contemplar la ciudad desde aquel lugar. Cuando llegó a la parte más alta de las rocas, se dio la vuelta y con expresión maravillada, lentamente fue tomando asiento. En silencio contempló la ciudad donde había vivido tanto tiempo. Era inmensa... y totalmente gris. El ruido de la urbe llegaba a sus oídos incluso a tanta distancia. Luryen nunca habría podido imaginar que aquel lugar era tan inmenso, podía ver desde la lejanía la división existente entre los sectores diecisiete y dieciocho, y con tristeza pensó en la cantidad de gente que nunca podría ver la naturaleza de las afueras de la ciudad. Aunque el anterior Mitrem había simulado grandes espacios vegetales en el interior de La Gran Urbe, el cielo del interior de la ciudad tan lleno de polución, ruido y tráfico de las aeronaves no podía compararse al que se encontraba por encima de Luryen en aquel momento. La mujer pasó en silencio, contemplando aquella visión única, largos minutos, hasta que un intenso ruido llamó su atención. Miles de sirenas sonaron en la ciudad, y una voz que debía de provenir de los Sistemas de Comunicación Común por el nivel de volumen, repetía sin cesar “El Mitrem Dirius Malconi ha sido asesinado en un golpe de estado llevado a cabo por la rebelión. El líder del grupo revolucionario hablará en directo a las trece cero cero...” Más ruido y una serie de palabras ininteligibles y tras unos segundos de desconcierto otra voz distinta, y seductora sonaba por el Sistema de Comunicación Común “Soy ...” Ruido... “líder de la resistencia. Estáis todos liberados, ciudadanos. Acabaremos con el sistema regulador de actitudes en menos de lo esperado...” Más ruido y confusión. Y de pronto, un sonido tras de sí hizo que Luryen se sobresaltara. Alguien había escalado las rocas por la parte de atrás sin que la muchacha se diese cuenta, y apoyó su mano en el hombro de ella. Un hombre con múltiples cicatrices en su cara, sucio y dueño de una expresión desagradable en sus rasgos dijo:
- Os pillamos.
Luryen despertó de pronto llena de temor. Unos hombres habían acorralado a las dos criaturas indefensas. Era demasiado tarde para que Luryen intentase escapar. El hombre que había visto en sueños se acercó a ellas.
- Aquí está la cría que buscábamos. ¡Nos has dado guerra, mocosa!, y qué sorpresa se llevará el jefe al ver que llevamos a una muchachita con ella. Bonito cuerpo, seguro que debajo de toda esa mierda tienes una cara guapa, ¿eh?. Cogedlas, rápido, el viaje va a ser largo y tenemos que darnos prisa. - ¡Luryen! - gritó Nimi - ¡Luryen no me sueltes! Pero uno de los hombres las separó - no sin cierta dificultad- y las ató para después encerrarlas en el compartimento de carga de una aeronave estacionada en las cercanías. Nimi lloraba mientras Luryen suplicaba que no hiciesen daño a una pobre niña, que la llevasen solamente a ella. Los hombres rieron y cerraron la puerta del compartimento, dejándolas a ambas inmovilizadas, aterrorizadas y con miles de pensamientos sobre su futuro cruzando sus mentes a gran velocidad.
* * *
- Nimi, ¿estás bien? ¿te han herido? Luryen pensó que no era tiempo de cavilaciones, y decidió preocuparse por el estado de la niña. - Estoy bien. Lo siento de veras Luryen. Esos fueron los hombres que le hicieron daño a mamá. Yo no quería que... - No ha sido tu culpa, cielo. - La mujer intentó pensar con claridad alguna forma de escapar. Iba a ser casi imposible conseguir algo así encontrándose a unos cincuenta metros de altura y yendo a una velocidad considerable. Pero no tenían atados los pies, quizá, al aterrizar podrían intentar algo.
- Luryen, ¿qué podemos hacer? - Ahora de momento nada. Pero quiero que en cuanto aterricemos, aproveches cualquier oportunidad para correr y ocultarte entre las sombras. - ¿Y tú vendrás conmigo, verdad? - Mira, Nimi, eso sí que sería imposible. Para que tú puedas escapar de alguna manera yo he de distraerlos. El rostro de la niña se transformó con el pesar más profundo. - Pero Luryen, te harán daño. - No te preocupes por mí, cariño. He sabido cuidarme durante muchos años.
A estas palabras siguió un gran silencio. El corazón de ambas llevaba la carga de la preocupación y del miedo. Al cabo de un rato, Nimi habló.
- Luryen, cuando nos quedamos dormidas - hizo una pausa para aclarar sus pensamientos. - ¿Sí? - Tuve un extraño sueño. - ¿Qué fue lo que soñaste? - No recuerdo ninguna imagen. Solamente una voz, que me decía que no tuviera miedo. Que todo iba a salir bien. Yo gritaba diciendo que todo esto era muy difícil, pero la voz me calmaba y me animaba a seguir adelante. - ¿Reconociste esa voz? - Creo que era la de mi madre.
Luryen se asombró, y miró a la niña observando con detenimiento. Buscó en sus ojos algún signo de tristeza, y cuando creyó captar un atisbo de esperanza, se permitió poner en orden sus pensamientos. Aquel sueño suyo... ¡también era muy extraño!. Era tan real. Dentro de su mundo onírico, ella sabía perfectamente que estaba soñando. El Mitrem asesinado. Bueno, aquello era imposible ya que el Sistema de Comunicación Común habría anunciado semejante noticia. Pero el resto del sueño... un golpe de estado, aquella voz tan hermosa, aquel hombre que hablaba con tantas ganas de calmar a la población. “Estáis todos liberados”... “líder de la resistencia”... “acabaremos con el sistema regulador de actitudes en menos de lo esperado”...
¿Sistema Regulador de Actitudes?. Nunca en toda su vida Luryen había oído hablar de algo semejante.
- Nimi, por algún casual... - ¿Sí? - ¿Has oído alguna vez hablar de un “sistema regulador de actitudes”?
Luryen lamentó haber preguntado aquello a la niña. Ésta, al terminar de oír la pregunta de la mujer reaccionó con un pánico tal, que su tez de había tornado blanca en unos segundos.
- Sistema Regulador de Actitudes... ¡mi padre tenía pesadillas en las que decía esas palabras continuamente!. Mi madre le quiso interrogar una vez acerca de aquello y nos rogó a ambas que nunca le preguntáramos por ese tal “sistema” ni por su otro trabajo si queríamos seguir viviendo felices.
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