Hay historias que merece la pena que sean contadas. Hay historias tristes cuyo final rompería el corazón de cualquiera que tenga el alma bañada en luz y no en sombra. Esta es una de esas historias que conmueven al mundo y al ser relatada todo éste parece guardar respetuoso silencio y permanece triste y callado. Una de esas historias, que remueven los más hondos sentimientos, pues de ellos trata y sin ellos no tendría sentido.
Son muchos años los que lleva escondida bajo la roca, fundida con ella. Duerme y no quiere despertar jamás, nada de lo que hay fuera le importa. Los suyos fueron dejando el mundo, obligados, y ella fue quedándose cada vez más sola, durmiendo más y más. Sueña con los días en que el mundo era suyo y no temía a nada, ni a nadie. Sueña con esos atardeceres jugando a perseguir el sol, para no verlo ponerse nunca. Vuelve a sobrevolar los bosques en los que había crecido y aquel bosquecillo de abedules tan hermoso que ayudó a crecer después del pequeño incendio que provocó en un descuido, cuando a penas hacían cien años de haber salido del huevo. Era una niña entonces...
Sueña y ve de nuevo a sus amigos de la infancia, las peleas, los juegos... Está de nuevo con sus padres y sus maestros que le enseñan a usar la magia con la que nació para cuidar su mundo y prestar ayuda a todo aquel que lo necesitaba. Se ve cuando la junventud la llevaba a cometer miles de locuras... como la vez que se escapó con aquel joven tan dicharachero y atrevido, para ganar una apuesta con los demás, que decían que no eran capaces de cruzar el océano y volver en un mismo día... Y el día que tuvo que sacrificar al pobre potro que se había roto el cuello en una caída y aún vivía, agonizante. Nadie más que su abuelo supo de las lágrimas que le resbalaban cada vez que lo recordaba...
Pero también tiene pesadillas... afortunadamente menos que sueños hermosos... pues al menos, durmiendo tiene el reposo que no tendría despierta. En las pesadillas vuelve a ver cómo ese animal que con tanto orgullo veían caminar al principio los suyos, que con tanto aprecio ellos cuidaban, se volvía cada vez más desagradecido y les llamaba monstruos. Veía al ser humano, alzarse y sentía su odio, cuando ellos sólo esperaban poder enseñar a aquella criatura tan sorprendentemente inteligente y darles todo cuanto hubieran necesitado, protegerles. Les veía masacrando a miles de los suyos, que, confiados, jamás pensaron que ninguno de sus protegidos les haría daño jamás. Ve a su gente huyendo del mundo, hundiéndose en las profundidades y escondiéndose. Siente de nuevo el miedo y el terror cuando salía para alimentarse, furtiva y entre las sombras, mientras ruega no ver ese reguero de antorchas encendidas que anuncia la cacería nocturan de esos despiadados animales. De nuevo ve los cadáveres de sus hermanos pequeños y los de sus padres en la cueva donde se escondían, y que de nada les sirvió, pues hasta allí abajo vinieron ellos, buscándolos para darles muerte. Y ve a aquellos asesinos cubiertos de sangre y ebrios de violencia mutilándolos, llevándose sus huesos y su piel escamosa como trofeo.
Vuelve a verse caminando por sus ciudades y pueblos, en forma humana, aún con la esperanza de hacerles ver cuan errados estaban. Vé cómo otros, que como ella tenían discípulos a quienes trataban de enseñar, morían a manos de esos mismos discípulos, que los traicionaban. Los ve dejarse morir en las hogueras... por la tristeza y la deseperación. Y aún más muertes y masacres.
Hasta que todos se esconden y se funden con los elementos, para olvidar, para seguir existiendo sin sufrir aquello, para dar de lado a esa criatura maldita y agresiva que arrasaba con todo cuánto ellos habían amado y jurado proteger.
Hoy todos duermen, o casi todos. Muy pocos se atreven a vagabundear por el mundo y siempre con figura humana, que es la más segura para continuar existiendo. Aunque también depende de dóndo camine uno... Los humanos siempre destruyen, cuando no es su hogar y a sus hermanos, es a su propia gente.
Hace más de mil años que ella no sale a comprobar qué es del mundo, porque ya ha perdido la esperanza de encontrar que ellos han dejado de existir o que han aprendido a vivir en armonía... Está cansada de subir a la superficie y descubrir que todo sigue igual, que cada vez más, el corazón del mundo late más apagado y son ellos los que se encargan de ahogar a su madre, de destruir su hogar y el de sus hermanos. Está harta de sufrir cada muerte de cada inocente como mil dagas en su alma...
Pero hoy es diferente, hoy quiere volver a sentir el sol sobre sus escamas y quiere sentir el viento en sus alas. Hoy está despierta y siente deseos de volver a ser libre, por unos instantes.
Es triste comprobar cómo han llegado hasta los cielos y los han hecho suyos... un corto vuelo y baja en seguida a esconderse entre la espesura de un bosque de coníferas, asustada. Están por todas partes y siente el peligro más alarmantemente que nunca. Por eso hace lo de siempre, se transforma en humana y camina a sus anchas por aquel retazo de su hogar que ha encontrado, entre ciudad y ciudad, entre destrozo y destrozo. Nunca imagina encontrarse con Daniel en aquel pedazo de mundo.
Pero Daniel está allí ese día, llorando, como todos los días que se esconde en la espesura del bosque, huyendo del mundo que odia y desprecia, huyendo de su realidad y su soledad. Perdiéndose y fundiéndose, (aunque él no lo sabe), en su madre, la única capaz de sanar las heridas de su alma. Ella como siempre, siente el dolor que siente ese animal, como lo ha sentido siempre de cualquier otro. Indaga en su corazón y se sorprende sobremanera al descubrir que el humano llora por las mismas injusticias por las que ella llora. ¡Al fin lo han entendido! ¡Es cierto que pueden aprender! ¡Se dan cuenta de sus errores! Pero su alma se ensombrece de nuevo, ¿cuántos de ellos lo habían hecho? ¿Sería suficiente su número alguna vez, para arreglar todo aquel horrible desastre?
Contempla al humano, que no parece darse cuenta de que ella está frente a él. Sigue llorando y gritándole en silencio al viento, lleno de impotencia. Ella se conmueve y por instinto intenta aflojar la carga de ese humano y ahuyentar su dolor. Él la deja abrazarle mientras llora, sorprendido y feliz porque de repente, ya no está solo y esa muchacha, salida de la nada le tiene inmerso en un hechizo que desconoce, y que desea que jamás se acabe.
Se da cuenta y sabe que la ama y que ella jamás será suya, por algún motivo, que ella no acierta a explicarle.
Ella ya se ha ido, no ha podido soportar que el amor de aquel ser humano al que su corazón también ama, pero del que jamás podrá disfrutar en libertad. No quiere vivir en forma humana, entre bestias malvadas y egoístas. Aún recuerda las masacres, las injusticias... y ellos continúan siendo unos asesinos. Aunque hoy se dormirá esperanzada, pues han empezado a comprender y quizá aún no sea tarde para que arreglen lo que han devastado y la próxima vez que salga, todo sea diferente y pueda volver a surcar los cielos junto a los suyos, libres.Y usar su magia para cuidar al mundo y proteger a sus hermanos, a todos los seres vivos.
Ahora duerme y sueña de nuevo, sueña con Daniel y llora en sueños, porque sabe que Daniel está solo en un mundo terrible y él no puedo fundirse con los elementos para no sufrir, el tiene que sufrir por culpa de tantos otros cuya alma corrupta acabó con tantas otras almas inocentes. El sufrirá ser culpable y ella no puede hacer nada por aliviar el dolor de ese ser humano, el primer ser humano al que ama y el primero que conoce que merece realmente ser amado. ¿Cuántos otros habrá? ¿Cuánto tiempo habrán de esperar los dragones para regresar?
Daniel regresa a su casa, a su ciudad y deja atrás el bosque. Se autoconvence de que ella no existe, que ha sido producto de su delirio. En su interior, de nuevo la tristeza y la melancolía acaban con los pocos pedazos de luz que su imaginaria dama había dejado dentro. “Ojalá todo fuera diferente, ojalá volvieran los dragones y acabaran con todos nosotros, ojalá Gaia se rebelara... “ No tiene esperanza, jamás la ha tenido, sabe que todo va a peor y que un día, antes de lo debido, todo acabará, destruido por los de su raza. Sueña con otros mundos y se escapa, como puede, de la realidad. Sueña que todo es diferente, que los humanos no reinan en el mundo y viven en paz y armonia con sus hermanos y cuidan su hogar. Sueña con los dragones y les ruega que vuelvan y castiguen a los suyos. No se da cuenta de que ellos no podrían hacerles daño, ni aún mereciéndolo. No se da cuenta de que sólo el ser humano puede hacer que vuelvan. Y no se da cuenta de que en realidad, sí hay esperanza, pues no está solo, cada vez hay más que como él, han empezado a comprender.
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