El zumbido del teléfono despertó al ladrón. Miró a la luz que se filtraba por las persianas. Aún no había amanecido. Consultó el reloj. Las seis de la mañana. Descolgó el teléfono sin mirar. No lo necesitaba. -¿Sí?- preguntó haciéndose aún el dormido. -Informe- dijo la voz distorsionada al otro lado de la línea. El cliente. Nunca anunciaba a qué hora iba a llamar. Alguna vez, pensó el ladrón, le acabarían llamando en medio del trabajo. -El cebo está dispuesto- respondió, ahora sin fingir somnolencia-. Esta misma noche tendré uno de los dos objetivos. -El pago se efectuará a la entrega de los dos. -Ese no era el trato. -El pago se efectuará a la entrega de los dos objetivos- insistió la voz-. Esto es innegociable. El pitido al otro lado le indicó que su cliente había colgado. El ladrón colgó el teléfono. Le costaba creer que su cliente estuviese intentando modificar los términos del trato. Sabía perfectamente cuál era su política de cobro. En fin. Le esperaba un duro día de trabajo. Cuando Batman saliese de su cueva por la noche, se encontraría con unas cuantas sorpresas.
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(El ladrón es mío, derechos reservados. Os diría también si el cliente es mío o no, pero... ¿a que eso os gustaría? ¡Claaaro, todo sea por destriparos el final! ¡LEED EL RELATO ENTERO, HOSTIAS!)
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The Creeperillas, 30 de Agosto de 2005
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