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Relatos Dreamers

     -Espere un momento, conozco algunos datos referentes a Crowley, aunque nunca había visto una fotografía suya –Carlson volvió a observar la instantánea durante unos instantes mientras hacía memoria, luego continuó hablando-. Se creía una especie de hechicero iluminado o algo así. Trató de fundar una abadía en Italia algunos años antes de que diera comienzo la Segunda Guerra Mundial. Sus intenciones llegaron a los oídos de Mussolini, y éste le expulsó del país inmediatamente. Como venganza, Crowley espió para el servicio secreto británico durante la guerra, y diseñó la V de la victoria, que acabaría convirtiéndose en el símbolo del Ejército Aliado.Añadir Anotación
     -Veo que ningún aspecto referente a ese periodo histórico se le escapa –apuntó el anciano mientras sonreía-. Verá, Crowley ha pasado a la posteridad como otro de tantos charlatanes con una alarmante escasez de tornillos en la cabeza. Suelo decir que los hombres llegan a ser recordados por las metas que se imponen a ellos mismos. La de Crowley era, cuando menos, original: convertirse en el hechicero más poderoso de todos los tiempos, en un verdadero demonio terrenal. Por supuesto no llegó a alcanzar su objetivo, aunque se vio envuelto en algunos actos que acabaron desembocando en el génesis del proyecto en el que tanto usted como yo nos hallamos inmersos ahora. A grandes rasgos, esto es lo que ocurrió: un ser sobrenatural entró en contacto con él para transmitirle ciertos mensajes, entre los cuales destacaba uno en particular: la fecha y el lugar en el que se abriría un portal que conectaría al Infierno con la Tierra, un portal que un alto general del averno usaría como puente para preparar la invasión de nuestro planeta.Añadir Anotación
     El anciano hizo una pausa para escrutar el rostro de Carlson. Como esperaba, la expresión del general no le defraudó. La mayoría de la gente le habría mirado fijamente, con una expresión mezcla de perplejidad y lástima, creyendo con total seguridad que aquellas palabras las había pronunciado un viejo chiflado que comenzaba a mostrar una alarmante pérdida de lucidez a causa de la edad. Pero Carlson no. La expresión de perplejidad estaba ahí, por supuesto, pero el rostro del general mostraba algo más: atención y respeto. Si el anciano le hubiera asegurado que en esos momentos una manada de dragones rosas trotaba a sus anchas por el exterior de la base, la expresión de Carlson tampoco habría variado un ápice. ¡Ah, como se transforma la perspectiva de un hombre hacia lo desconocido cuando ve con sus propios ojos algún fenómeno fuera de toda lógica! Aquello era algo que al anciano no dejaba de sorprenderle.Añadir Anotación
     -¿No tendrá algo para beber? Mi garganta se seca fácilmente –pidió a continuación.
     Carlson parpadeó unas cuantas veces, como intentando sacudirse de encima el estado de perplejidad en el que se encontraba inmerso tras escuchar las últimas palabras del anciano, después contestó a su petición.
     -Por supuesto. ¿Qué le apetece tomar?
     -Un poco de whisky.
     -Me temo que no tengo hielo, mandaré traer de inmediato –anunció Carlson mientras se disponía a pulsar el botón del intercomunicador situado en uno de los laterales de su mesa.
     -No se preocupe. Lo prefiero sin hielo, detesto las bebidas frías.
     Carlson alzó la vista hacia Richard y éste, dándose por enterado, caminó hacia la gran estantería. En un pequeño recoveco situado en el extremo derecho reposaban varias botellas y vasos de cristal. Extrajo un vaso ancho y una botella, después vertió líquido en el vaso y caminó hacia el anciano para tenderle la bebida.Añadir Anotación
     -Muchas gracias, señor Garriot –dijo el anciano mientras cogía el vaso y le miraba fijamente. Pero Richard tenía orden de no decir una sola palabra, así que, en lugar de responder, se dio media vuelta para volver a situarse tras Carlson. El hombre octogenario no pudo evitar exhibir una sonrisa. Había aceptado a regañadientes la petición de Carlson, pero parecía ser un hombre de confianza, tal y como el general le había asegurado.Añadir Anotación
     Tomó un pequeño sorbo de la bebida. Después retomó su narración.
     -El primer contacto con aquel ser sobrenatural tuvo lugar en mil novecientos cuatro. Durante una estancia en El Cairo, Rose Kelly, la compañera “oficial” de Crowley por aquellos entonces, afirmó haber intercambiado impresiones con una entidad llamada Aiwass, la cual le transmitió una fecha, un lugar, un nombre e instrucciones precisas de que debía transmitir esa información únicamente a su compañero.Añadir Anotación
     >Por supuesto, Crowley fue el primero en no dar crédito alguno a todo aquello. Tanto él como Rose dedicaban una parte considerable de su tiempo a la consumición de todo tipo de drogas, y mientras se encontraban sumidos en ese estado de “meditación” hasta cabía la posibilidad de que el mismo Darth Vader se les apareciera con vistas a desvelarles algunos de los mayores secretos del universo. Aún así, Crowley decidió comenzar a recabar información sobre los dos nombres que su mujer mencionó: el de la entidad que supuestamente había entrado en contacto con ella, Aiwass, y el nombre que aquel ser había dicho: Choronzon.Añadir Anotación
     El anciano detuvo su narración para tomar un nuevo sorbo de su bebida. Carlson aprovechó para abrir uno de los cajones de su mesa y extraer un paquete de cigarrillos. Cogió uno y sacó un encendedor de uno de los bolsillos de su chaqueta.
     -¿Le importa? –preguntó al anciano antes de ponerse el cigarrillo en los labios.
     -En absoluto –El anciano echó hacia atrás una de las mangas de su bata para mirar el reloj que rodeaba su muñeca derecha, después retomó su narración--. Durante algo más de un año buceó en todas las bibliotecas y templos del saber a los que tenía acceso, pero no encontró nada. La fecha que el ser llamado Aiwass había transmitido a su mujer se acercaba: treinta de octubre de mil novecientos seis. Crowley decidió no perder más tiempo en una búsqueda que no tenía ningún sentido. Era obvio que sólo fueron alucinaciones o invenciones de Rose Kelly. Eso sí, dado que otra de las metas de Crowley era la de convertirse en el fundador de una nueva religión, aprovechó la circunstancia para dar salida a su propio libro sagrado, el cual aseguró que le había sido dictado por el tal Aiwass en persona.Añadir Anotación
     >Un año más tarde, durante el mes de febrero de mil novecientos seis, tuvo lugar un concilio, una asamblea a la que acudieron los dirigentes de las principales organizaciones mágicas y religiosas del Reino Unido. En aquella reunión Crowley tuvo la oportunidad de conocer en persona a Frederick Poe, uno de los principales líderes de los masones ingleses. Ambos habían estado carteándose durante algo más de un año, ya que Poe mostró un extremo interés por esa entidad llamada Aiwass a la que Crowley adjudicaba la autoría de su libro sagrado. El masón le pidió toda la información que tuviera, y Crowley accedió a cambio de que Poe pusiera en su conocimiento al menos uno de los más grandes secretos de su orden.Añadir Anotación
     >Sin embargo, Poe no podía revelar ningún secreto masónico, así que en su lugar decidió hacer un ofrecimiento a Crowley: Le dijo que tenía un libro, un libro único que su familia poseía desde hacía siglos. En ese libro Poe había leído el nombre de Aiwass, de ahí el interés que mostraba por aquella entidad. Por supuesto, después de oír aquello, Crowley cerró el trato de inmediato… Umm –El anciano hizo una pausa para reflexionar-. ¿Dígame, señor Carlson, ha leído La Divina Comedia?Añadir Anotación
     -Me temo que no, señor –Carlson dio una profunda calada a su cigarrillo y luego lo dejó sobre el cenicero. Desde luego, el general no se había esperado escuchar nada parecido a lo que el anciano le estaba contando. No tenía ni idea de adonde pretendía llegar con todo aquello.Añadir Anotación


By Quino-Wan, el último Jedi de un mundo que se ha movido

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Quino-Wan, 31 de Agosto de 2005
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