Miró a través del cristal teñido de negro, oteando la oscuridad. No había llegado tan lejos para nada. Debía haber algo más detrás de aquel panel liso y brillante. Sus manos, apoyadas contra el vidrio, dejaban impresas en él marcas de sudor que se disolvían en el aire justo después de retirarse aquéllas. Tanteó cada centímetro de aquella resbaladiza superficie vertical que le cortaba el paso, poniéndose de puntillas y a cuatro patas sobre el suelo. Forzó al máximo sus pupilas, haciéndolas casi desaparecer tras el iris de sus ojos, moviéndolas desesperadamente arriba y abajo, arriba y abajo, hasta perder el sentido de la orientación. Siguió con su cuerpo el frío muro, como de obsidiana pulida, buscando, si no una salida, el lugar por dónde había llegado.
Pero no encontraba más que centímetros y centímetros de cristal ahumado. Le parecía recorrer una espiral infinita, que aumentaba de tamaño al tiempo que ella caminaba hacia su centro, de modo que siempre estaba en el mismo lugar. Crecía, y crecía, y ella corría cada vez más rápido, con la esperanza de encontrar una puerta en el punto central. Pero aquella demoníaca espira seguía aumentando su radio, alcanzando dimensiones tan titánicas que se comenzó a sentirse minúscula, pálida, indefensa, una partícula de polvo en medio de la galaxia. Y como si así fuera, notó como las últimas moléculas de oxígeno escapaban de sus pulmones y el tiempo se ralentizaba, y el único alivio, la única señal de la realidad, era el contacto con aquel material frío y suave...
Apoyada de espaldas sobre aquella lámina oscura y brillante, ya no sabía si miraba al techo o a la pared. A ratos en aquella eternidad inmóvil, le parecía estar contenida en una esfera; otras, en un cilindro cuyas paredes no tenían fin; y las más veces, le parecía que el espacio se ondulaba y se suspendía, como el tiempo, conspirando para contradecir sus sentidos. Aquella luz mortecina, que apenas le permitía distinguir su propia silueta, que procedía de ningún lugar, engañaba a sus ojos con ilusiones de sombras.
Se hizo un ovillo sobre sí misma, para sólo ver la tranquilizadora oscuridad que hay bajo los párpados.
Aquello era una cárcel, una mazmorra de cristal transparente flotando en el vacío.
Era cautiva de la nada y no podía escapar.
¿Cómo huir de algo que no existe?
| |