Mermelada de Fresa Soy tan feliz... cual mariposa revoloteando sobre un parque lleno de niños. Vivo en la ciudad feliz... la del arco iris de vida, me despierto con ese sudor incómodo que deja la nuca pegajosa... echo el primer bostezo y abro los ojos cuando un divino y dulce olor a almíbar penetra en mi nariz. Cuando salgo de mi preciosa casa aparezco en la calle... cada baldosa es de un color distinto excepto una serie de baldosas amarillas que marcan el camina hacia la plaza, el lugar donde trabajo. Vivo en la calle de la piruleta, cada pocos metros se alza suavemente un bastoncillo de caramelo bicolor que despide un olor a fresa y plátano... mientras ando la pequeña calle, este último va desapareciendo para permanecer únicamente el aroma del fruto escarlata. Llego a mi destino... la plaza... la hermosísima plaza... iluminada bajo un sol radiante... las casas se agrupan en circulo, a la izquierda el ayuntamiento... de colores rosados, luego una casa cuyas piedras son de tonalidades azuladas, unos grados más a la derecha, la casa imponente del panadero en unas tonalidades azuladas y más cerca el parque donde los niños se columpian rítmicamente... siempre llegan a mis oídos unas notas de violín muy agudas y alegres que acompañan la agradable visión de la plaza donde bajo una gran arco iris de vida todos vamos de la mano felices, jugando gozosos en un lugar donde la noche es desconocida y el candor bañan cada piedra coloreada de esta bella tierra. Feliz cual mariposa revoloteando sobre un parque lleno de niños. Ahora empiezo a bailar mis mazas... plateadas y delgadas... puntiagudas y brillantes, en ellas puedo ver mi rostro maquillado reflejado, mis irisadas y espectaculares vestimentas y entre estas puedo ver los pálidos colores de los niños que se balancean en sus columpios. Cada vez el olor a fresa es más penetrante... entre mis preciosas mazas que refulgen al sol puedo observar a los niños comiendo mermelada de fresa... pero no puedo perder la concentración pues podría hacerme daño con mis luminosos insrumentos. Cada vez veo más borroso lo que hay detrás de mis metálicos objetos, van a una velocidad inusual... la música alegre de violín me pone un poco nervioso. Feliz... cual mariposa revoloteando sobre un parque lleno de niños. Ahora el aroma de la confitura es muy fuerte, casi no puedo pensar en mis mazas, pero ellas se mueven a una velocidad que no soy capaz de controlar. Entonces los colores pastel de la plaza se contrarrestan con los brutales y agresivas gotas escarlata de la mermelada con la que mis manos tiñen las hojas de las cuchillas que bailo. Ahora empiezo a ver más gotas de fresa... en mis afiladas hojas... en mis dolorosas manos, en... en los alegres niños que rítmicamente se columpian en los columpios de madera... en las baldosas amarillas del camino hacia mi casa... todo huele al desagradable olor a confitura. Soy tan feliz cual mariposa revoloteando sobre un parque lleno de niños... cual mariposa... cual mariposa... mariposa... saporima... ¡risapoma! El sol desaparece... ¡no! Veo la noche... mi arco iris se vuelve carmesí, la música de violín me molesta mucho, esos “alegres acordes de violín” me irritan... y no veo mis mazas, van a una velocidad superior a la que pueda asimilar cada mente humana, pero ahora veo las perdidas miradas de los niños que se columpian sin impulsarse. Ya no hay baldosas amarillas, todo se tiñe de un rojo escarlata y mis cuchillas solo reflejan mi horrible y siniestra cara ¡la de un payaso!, y de fondo las inertes miradas de los inmóviles infantes que se balancean como abúlicos robots manchados de el más desagradable color escarlata... Soy tan feliz cual mariposa revoloteando sobre un parque lleno de niños... que todos quieren atrapar con su cazamariposas... y que acaba aplastada en la suela de el zapato de un cruel muchacho de sonrisa sádica... Y mis dolorosas manos desprenden confitura de mermelada muy líquida, ya no huele a fruta sino que se torna a un aroma amargo y a una textura acuosa. Ya no hay risas infantiles... solo estridentes melodías de violín que rompen mis tímpanos... el Sol me abrasa pero no ilumina... el cielo es negro, el arco iris es escarlata... las casas están cubiertas con paños negros y todo el suelo es encarnado. Cada vez veo más nítida mi terrorífica cara que un día provocó risas entre todos los habitantes de esta apestosa tierra... mis facciones blancas, adornadas por toques negros y mis ojos rojos como la más pura de todas las confituras de fresa y mi mirada es la de un loco endemoniado... ¡Santo Dios! Y las mortecinas miradas de los muchachos... sus blanquecinas caras iluminadas por chorretones de mermelada que gotean a las amarillas margaritas... Ya la luz es escasa pero mis argentinas mazas aún lucen como estrellas fugaces... pues no son puntos de luz, ¡ sino una gran circunferencia luminosa que devasta mis manos! Ahora ya no queda salida, buscamos la felicidad en la miel y el azúcar, pero nos empalagamos, a ahora lo que era felicidad es la tierra de la pesadilla y la noche, la tierra de la sangre, la tierra de la muerte... donde yo soy el único testigo de semejante Apocalipsis... ¡Esto es el fin!.
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