- ¡¡Maldito seas, POTTER! - gritó, aulló casi, sintiendo que algo lo desgarraba por dentro.
- Te odio, ¡¡TE ODIO! ¡¡Te la has llevado! ¿Porqué a tí? ¿Porqué tú?...
Se calló de golpe, suspirando largamente, intentando calmar sus ansias.
Pero, de sus ojazos negros como la noche se levantaba un fuego iracundo, y de un zarpazo recogió su capa, en la que se escondió.
Más tarde, una figura se acercó al exterior de la villa donde los Potter vivían.
Siseando entre dientes, el hombre se acercó a la entrada, andando con sigilo y ocultandose en su capucha, olisqueando el cielo lleno de dulces aromas y risas.
Y el llanto de un bebé.
- ¡¡Harry! ¡¡Ooooh, Harry! ¡¡no llores, amor!
Oyó cómo ella corría a por el pequeño, y otra oleada de ira le invadió. Imaginó que Potter, el niño consentido, prepotente, chulo... el que lo había atormentado durante todo este tiempo, había ensuciado con sus manos el cuerpo de Lily...
apretó los puños, y entró como un vendaval en la casa.
Encontró a James plantado a pocos pasos, y, sin pensarlo, apuntó su varita hacia él, sonriendo con gusto y gritando el hechizo mortal.
Demasiado rápido.
James no pudo esquivar el golpe, y cayó fatalmente con un ruido sordo sobre el suelo alfombrado...
Con un gruñido de satisfacción, siguió su camino, subiendo las escaleras aceleradamente.
La escuchó moverse en el piso de arriba, y se concentró por un instante, saltando hacia el rincón donde ella estaba.
Temblores. Lily Evans abrazaba a su hijo, una pequeña bolita llorosa que se aferraba a su pelo centelleante.
- LILY! VEN CONMIGO! - exortó, sabiendose patético pero sin poder parar el torrente de sentimientos.
La mujer le miró aterrada, y reconoció al hombre.
Alto, tez cetrina, nariz aguileña, cabello lacio y graso... ahogó un grito, y se aferró más a su hijo, escupiendo al desgraciado y retandole, mirandole con asco, a lo que él reaccionó violentamente.
Con la mente nublada por su locura, apuntó la varita hacia la mujer, y, sin pensar, recitó la condena, matando a Lily al momento.
- Mocoso desgraciado... - siseó, con intención de acabar tambien con su vida... pero aquellos ojos verdosos... aquellos restos de Lily lo hicieron volver al mundo.
- Qué...? - musitó, con el recuerdo presente desfilando por su mente, y atragantandose casi con la bilis que regurgitaba en su boca, retrocedió unos pasos.
Topó con algo, y se dió la vuelta bruscamente, cruzando su mirar con unos ojos oscuros, de serpiente, que lo miraban con sorna y prepotencia...
- Severussss... - siseó - qué feliz sorpresa... ¿haciendo el trabajo por mí? - se mordió la lengua viperina, queriendo morderle el cuello.
Lo apartó de golpe, mirando al único vástago de los Potter, y, con un último siseo despótico, se dirigió al mortífago.
- ¡Vete de aquí...! ¡AHORA! ¡Yo me ocupo...!
Ni siquiera se molestó en ver cómo la figura desaparecía de la escena, escondiendose en cualquier parte y refugiandose en su humilde caserón.
Y el resto... ya lo sabemos...
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