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Línea de Sangre

Relatos Dreamers

Trescientos años después de que el primer rey de los Pailad se sentara en el trono de diamante, Sainaicme hijo de Gruagach era el Rey. Sainaicme tenía dos hijos: el mayor, Cóngar, tenía el fuego en la sangre que le convertía en el legítimo heredero del Trono y del reino de su padre. Amrha, la menor, era una joven idealista, que amaba a su familia sin reservas.Añadir Anotación

El reinado de Sainaicme fue fructífero y pacífico, y aunque no era un Rey que fuera amado incondicionalmente por el pueblo, despertaba muchas simpatías y generaba confianza en sus súbditos. Sainaicme, ya desde su infancia, había sido un hombre responsable e inteligente. Durante toda su juventud se había preparado para ser Rey, ya que además de tener el fuego en la sangre, era el único hijo del Rey Gruagach. Cuando subió al trono, a causa de una repentina enfermedad de su padre, Sainaicme se preocupó por mantener y ampliar el reino que había heredado, creando rutas de comercio y nuevas leyes que mejoraron gratamente la vida de los habitantes del reino del Diamante.Añadir Anotación

Una noche de tormenta, mientras el Rey y los hombres del castillo disfrutaban de un banquete invernal, a uno de los consejeros del Rey le pareció divertido hacer llamar a un vidente, un hombre que se decía que estaba tocado por la gracia del Dios y que podía vislumbrar el futuro de los hombres.

El vidente entró en la sala de banquetes. Los nobles, soldados y sabios le pidieron que viera para ellos quién iba a tener un hijo en el año que iba a comenzar, las vacas de que ganadería iban a ser escogidas para el sacrificio en el Festival del Dios, o que muchachas se iban a casar con ellos. El Rey lo observaba todo y sonreía complacido, al ver que la satisfacción de sus súbditos era tal que no tenían preocupaciones sobre guerras, hambrunas o saqueos.Añadir Anotación

Para demostrar que bajo su reinado el país era mucho más seguro, decidió preguntarle él algo al vidente. El Rey se levantó de su asiento, hizo callar a sus súbditos y le preguntó al vidente si de su reinado la casta de los Pailad saldría reforzada. El vidente, sin que su voz temblara ni un ápice, profetizó algo tan terrible que la sangre de los comensales se les heló en las venas.Añadir Anotación

“Majestad” dijo el vidente •”La sangre de los Pailad es fuerte, y siempre ha corrido en un solo cauce, en una sola dirección. Pero no siempre será así, y será en vuestro reinado cuando la casta se bifurcará, lo que dará inicio a una época oscura en la que las guerras entre hermanos se sucederán. Vuestra hermana será el detonante de esta época de terror. Nada podréis hacer para evitarlo”.Añadir Anotación

El Rey se quedó inmóvil, congelado por la rabia y el terror. Estaba convencido de que era el mejor rey que el Reino del Diamante había tenido jamás, que su reinado se extendería en el tiempo como un bálsamo pacífico. Pese a que los comensales le preguntaron al vidente cómo era posible que la hermana del rey fuera la causante del mal si éste era hijo único, el sabio no dijo nada más y pidió permiso para retirarse. El Rey, aún en estado de shock, le dejó marchar.Añadir Anotación

Durante meses el Rey estudió las palabras que le había ofrecido el vidente. Él tampoco comprendía cómo podía ser el detonante del mal una persona que ni siquiera existía. Recorrió los archivos, interrogó a los sabios que vivieron durante el reinado de su padre por si había nacido otra hija legítima del matrimonio de sus padres. Todos lo negaron: la reina había tenido un solo embarazo, y jamás volvió a concebir. No había otro Pailad perdido Pero uno de los consejeros le insinuó que, tal vez, su padre podría haber concebido algún hijo fuera del matrimonio, que tal vez fuera la clave para que se cumpliera la profecía. Sainaicme investigó a fondo hasta que encontró a un antiguo mayordomo de su padre, un anciano que vivía en una granja a varios días de viaje del castillo, que le dijo que él sabía de la existencia de una hija ilegítima del rey Gruagach.Añadir Anotación

La muchacha se llamaba Readair, y vivía en una aldea de ganaderos en las montañas del sur del Reino del Diamante. Era muy conocida por su pelo rojo como el fuego y sus extraordinarias dotes para sanar a los animales enfermos. Algunos lugareños decían que tenía manos de reina. Había sido concebida hacía veinticinco años, durante una de las últimas visitas de Gruagach a las tierras del sur. La muchacha, le informó el mayordomo, se había casado hacía poco con un pastor de la zona.Añadir Anotación

Sainaicme tuvo miedo. Temía que el hijo que su hermana ilegítima pudiera concebir naciera con el fuego en la sangre de los Pailad. Al fin y al cabo, los cabellos rojos eran la marca de la casa de los Seachd, los descendientes de la última hija de Pailad, los elegidos de la Diosa. Tal vez la madre de la muchacha fuera alguna Seachd desheredada, que había seducido a su padre con las artes de la Diosa para recuperar su fortuna...Añadir Anotación

El Rey pasó varios meses inquieto, sin saber qué hacer para evitar el terrible destino que le esperaba a su casa. Tenía pesadillas, estaba irascible y gritaba a todo aquel que interrumpía sus cavilaciones. Su hija, la princesa Amrha, que durante años había sido la niña de los ojos del Rey, recibía ahora gran parte de las demostraciones de ira de su padre. La muchacha no entendía el porqué del cambio de su padre, y una pequeña semilla de desaprobación comenzó a crecer en su interior.Añadir Anotación

Finalmente, a principios de verano, el Rey decidió actuar. Eligiendo a un grupo de sus mejores guerreros, cabalgó día y noche hacia las montañas del sur. Buscó la aldea donde vivía Readair y la observó largo tiempo, esperando conseguir el valor para hacer lo que había decidido. La muchacha era muy parecida a Sainaicme, excepto en su llameante cabellera. Vivía con su marido, Grian el pastor, en una cabaña algo alejada del pueblo. Criaban ovejas, y ella estaba esperando su primer hijo.Añadir Anotación

Eso fue lo que hizo decidirse al Rey. Él y sus hombres esperaron a que Grian abandonara la cabaña para ir a vender sus animales a la feria de la aldea. Readair no se marchó junto a su marido a causa de su embarazo. Al atardecer, la joven salió de casa para recoger algo de leña: iba a pasar la noche sola, ya que su marido no volvería hasta el día siguiente. Sainaicme y sus hombres la siguieron.Añadir Anotación

La rodearon en un claro del bosque, cuando el sol se ocultaba en el horizonte. Al principio, la mujer no supo qué ocurría, y corrió de un lado a otro para intentar escapar, pero los guardias del Rey le cerraban el paso a cada momento. Pero al abandonar el Rey la penumbra y mostrarse ante ella, con los últimos rayos de sol brillando en su pelo negro y los labios fruncidos bajo la cuidada barba, Readair lo reconoció. Y supo al instante por qué la querían, ya que conocía su origen.Añadir Anotación

La muchacha no opuso resistencia. El Rey mandó a sus hombres que la ataran y amordazaran, y se la llevó de vuelta a la capital.

En Torrelera, la noticia de que el Rey había apresado a su hermana, la terrible mujer que planeaba la caída de la casa Pailad, se extendió como la pólvora. Amrha y Cóngar, los hijos del Rey, se sorprendieron al conocer la existencia de aquella joven, y acudieron al juicio que su padre organizó al poco tiempo de volver para decidir qué haber con Readair.Añadir Anotación

Pero el juicio fue una farsa. El Rey hacía tiempo que había decidido qué hacer con la mujer que compartía su sangre, y sólo quería el juicio para convencer a sus súbditos y obtener su apoyo. Durante un largo día, el Rey habló de los males que podría causar su caída, de los terribles planes de guerra e invasión que había forjado su hermana con los rebeldes que vivían escondidos en las montañas del sur. De la muerte, el hambre, la destrucción que traía consigo la guerra. Al final del día, todos los nobles y sabios que aconsejaban al Rey estaban convencidos de que la decisión del Rey era la mejor.Añadir Anotación

Readair aguantó todo el juicio sin un gesto de temor, de pie frente a aquellos que habían de dictar sentencia, segura de su inocencia y altiva, demostrando que la sangre de los reyes corría por sus venas. Su actitud no impresionó a los consejeros del Rey, que la condenaron a muerte por alta traición.Añadir Anotación

Cóngar, al oír la sentencia, suspiró aliviado: su trono y su reino ya no corrían peligro. Pero Amrha se horrorizó ante la decisión de su padre. La muchacha comprendió que para él y para su hermano, la vida en el interior de Readair no significaba nada. En ningún momento la mujer había afirmado que estuviera planeando la caída de Sainaicme, pero el terror a perder el poder había hecho que su padre se convirtiera en un monstruo, un asesino de niños e inocentes. Amrha se juró que, en cuanto cumpliera la mayoría de edad, abandonaría el castillo para no volver jamás.Añadir Anotación

La ejecución de Readair tuvo lugar en la misma sala de justicia. El verdugo entró en la estancia cargando una enorme hacha, la cara cubierta, la ropa de riguroso negro. Unos cuantos hombres del servicio prepararon a Readair para la ejecución, en el centro mismo de la habitación. La muchacha se arrodilló con dificultad, a causa de su estado, y no cerró los ojos cuando el silbido del hacha hendió el aire. Su cabeza rodó hasta los pies del Rey, con el pelo rojo mezclándose con su sangre, y sus ojos parecieron mirarle, como si aún estuvieran vivos. Amrha cayó en la cuenta de que ambos tenían el mismo color, el mismo perfil, el mismo gesto altivo en la boca, y salió corriendo de la sala.Añadir Anotación

Los nobles y consejeros respiraron tranquilos, y se marcharon a sus casas, convencidos de que habían hecho lo correcto. El Rey se sintió en paz por primera vez en muchos meses, y mandó retirar el cadáver de la sala. Ya nada amenazaba a su reinado: había vencido a la profecía.

Pero aquella misma noche durante la cena, los soldados que vigilaban las puertas de la ciudad llegaron con un prisionero. Era Grian, el marido de Readair, que al ver que su esposa había desaparecido, había seguido el rastro de sus captores hasta palacio. El joven pastor se alzaba desafiante frente al Rey, pese a sus grilletes, y le pidió una compensación por haber terminado sin motivo con la vida de su esposa y su futuro hijo. El Rey, tranquilo, aceptó la petición de Grian, y con una sonrisa le preguntó que quería cómo compensación.Añadir Anotación

Grian sorprendió a todos los presentes pidiendo algo insólito: una partida al Camino de los reyes, un antiguo juego que todos los grandes generales, estrategas y miembros de la realeza jugaban desde hacía siglos. El juego era de una complejidad asombrosa, y no había mucha gente que llegara a dominarlo completamente. Sainaicme era muy aficionado al juego, y jamás había perdido una sola partida. Grian subió la apuesta, indicando que si él era el perdedor, el Rey podría disponer de su vida como mejor le pareciera, pero si vencía, él tendría la vida del Rey en sus manos.Añadir Anotación

Sainaicme, crecido, aceptó la apuesta. Era uno de los mejores jugadores del Camino de los reyes que había existido jamás, y aunque Grian hubiera aprendido a jugar en algún momento de su vida, había sutilezas del juego que sólo los estudiosos más persistentes habían llegado a comprender. Sainaicme estaba convencido de que el pastor no tenía nada que hacer contra él.Añadir Anotación

Un mayordomo trajo el tablero, y otro las fichas, que se colocaron en las casillas correspondientes siguiendo un orden aparentemente aleatorio, pero que era fruto de muchas y largas disquisiciones matemáticas. Grian pidió que se le liberara de sus grilletes para poder jugar con facilidad, y el Rey aceptó. La corte al completo se reunió junto a los jugadores, ansiosos por ver como el Rey terminaba con aquel pastor idiota.Añadir Anotación

El revuelo fue tal que Amrha, que se había encerrado en su habitación tras la muerte de Readair, oyó la noticia y decidió salir a observar el desarrollo de la partida. El gran comedor estaba repleto de nobles curiosos que esperaban recibir un gran espectáculo y dos ejecuciones en un solo día. Pero Amrha, que como todos los miembros de la realeza había recibido clases de juego, notó en los movimientos de Grian una seguridad y una comodidad que nadie más comprendió. Amrha supo en aquel momento que su padre podía perder.Añadir Anotación

La partida duró varias horas. Algunos curiosos se aburrían, incapaces de seguir la complejidad del juego, y se marchaban a sus habitaciones. Otros hacían ver que conocían cada movimiento que los jugadores llevaban a cabo, que lo habían previsto con antelación. Pero sólo dos de los espectadores en la sala sabían exactamente qué estaban pasando: Amrha y Cóngar estaban comprendiendo el juego a un nivel más profundo, y veían como, poco a poco, el Rey se replegaba ante el ataque incesante de Grian.Añadir Anotación

Finalmente, el Rey se dio por vencido. Llevaba mucho tiempo luchando por sobrevivir, sin posibilidad de atacar a su contrincante, hasta que éste le llevó sutilmente hasta la derrota definitiva. Sainaicme había sido derrotado. Nadie se lo podía explicar.

Grian pidió su premio: por la vida de su hijo y de su esposa, él pedía la vida del Rey, y la arrebataría con sus propias manos. Algunos nobles y consejeros protestaron, y la guardia del Rey le apresó de nuevo, pero el pálido y sudoroso Rey Sainaicme les detuvo, diciendo que la palabra de un Rey era sagrada, y que Grian le había vencido limpiamente. Amrha se quedó muda, incapaz de reaccionar ante la noticia. Cóngar se abalanzó sobre Grian en un estallido de rabia, pero su padre le hizo detenerse. Le dijo que debía aprender de sus errores tanto como de sus aciertos. Él se convertiría en Rey aquella noche, y debía permitir que Grian se marchara ileso de palacio, para volver a su vida en las montañas.Añadir Anotación

Cóngar no quería escuchar a su padre, pero la súbita tranquilidad del Rey le hizo aceptar sus peticiones. Prometió que se convertiría en un buen Rey, y que respetaría la vida de Grian mientras estuviera bajo su techo. Sainaicme se colocó frente a Grian y le pidió que tomara lo que por derecho era suyo. Grian, sin una muestra de maldad o rencor en sus ojos, atravesó el corazón del Rey con su espada. Éste cayó fulminado sin un quejido.Añadir Anotación

Cóngar, ya convertido en Rey, le dijo a Grian que cumpliría la promesa de su padre: no le atacaría bajo su techo, pero cuando se marchara para volver a sus montañas, le daría caza como a un perro. Grian, con una serenidad envidiable, aceptó la promesa del Rey y le dio sus condolencias por la muerte de su padre. Cóngar se marcho tras escupir a los pies del pastor, y éste se quedó solo en el gran comedor, que poco a poco se fue vaciando de gente. Sólo Amrha quedó con él.Añadir Anotación

Cuando se vio a solas, la muchacha se acercó al pastor y tras ofrecerle todas las disculpas que conocía por la muerte de su esposa e hijo, le ofreció ayuda. Los guardias del Rey estaban prevenidos: la muerte de Grian sería terrible en cuanto abandonara las murallas de Torrelera. Pero ella podía ayudarle: su abuelo había sido un gran aficionado a la cría de caballos, y de sus esfuerzos habían nacido dos ejemplares magníficos, más veloces que ningún otro animal en la tierra. Ella le conseguiría uno de esos caballos, lo que le permitiría llegar sano y salvo a su hogar, a cambio de que él permitiera que ella le acompañara.Añadir Anotación

Grian en un principio se negó. Pero Amrha le convenció diciendo que no quería vivir en un lugar donde se moría y se mataba por una silla, por muchas tallas antiguas que ésta tuviera. Quería renunciar a su posición y marcharse lejos, con los rebeldes de las montañas del sur. Tal vez, si la Diosa así lo quería, sus hijos nacerían con el fuego en la sangre, y una nueva línea de sangre Pailad podría alzarse y reclamar el trono que otros habían envilecido. Grian acabó aceptando, y la princesa le guió por pasadizos secretos hasta las caballerizas. Nadie les vio coger los dos valiosos corceles y escapar en mitad de la noche.Añadir Anotación


Este relato pertenece a Leticia Jiménez Marín y no puede ser usado sin su consentimiento.

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leaven, 4 de Febrero de 2005
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