Finas gotas empezaron a caer sobre su rostro, despertandola de un sueño que le había parecido eterno.
Se levantó a duras penas, abriendo y cerando los ojos unas cuantas veces, hasta que la neblina que se había formado en sus ojos desapareció, provocada por el intenso sopor en el cual había caído.
No sabía cuanto tiempo había permanecido allí, pero estaba calada hasta los huesos, y se moría por tomar algo caliente...
mmmm... un buen muslo de pollo no me iría nada mal ahora... - deseó, y echó a andar.. o esa era su intención, porque cayó de bruces al suelo.
Sorprenddia y enfadada, intentó ponerse en pie, maldiciendo lo que no recordaba pero que había hecho, y que la había dejado en aquél estado.
Y entonces, fué cuando se dió cuenta de que sus extremidades ya no eran las de la humana con la que había convivido durante sus diecisiete años de vida, sino que eran pequeñas, y blancas, y suaves... ¡¡con pezuñas!!
Gritó, aunque lo que escuchó más bien fué como un piafar, y se asustó aún más.
Con torpeza, logró volver a ponerse en pie, y utilizó aquellas patas para correr tan rápido como su equilibrio le permitía, hasta que llegó a un claro, por donde cruzaba en un costado un arroyo.
Parecía un lugar idílico ; hierba verde, flores rojas como la sangre, un tímido arcoiris cruzando el horizonte y perdiendose en un infinito desconocido... pero a ella se le presentó como un paisaje inerte, inhóspito, lleno de muerte.. donde no quería pasar ni un minuto más.
Se acercó al arroyuelo, con miedo y curiosidad, esperando reencontrarse con sus aspecto de siempre...
Lentamente asomó la faz, para verse en un reflejo cristalino y trémulo, empañado por las lágrimas que caían de sus pqueños ojos.
Se vió a sí misma, aunque no reconoció su aspecto... en su lugar, vió la testa de un caballo, o algo mas bien "parecido a..." pues, de su frente, emergía un cuerno, lustroso, brillante, de un color extremadamente blanco, puro...
Su cabellerea, negra como el azabache, caía suavemente a ambos costados de su lomo, mezvlandose con las plumas de unas alas que brotaban de sus costados, y que se desplegaron totalmente cuando ella dió un respingo, del susto.
Y, sin embargo, se quedó extasiada, obervando aquellas alas de plata líquida y plumas blancas, perdiendocompletamente la noción del tiempo...
¿Dónde estaban us ojso claros, su piel aceituna y su cabello de oro?...
Ya no le importaba, porque aquél aspecto que ahora le pertenecía la había mebrujado totalmente.
Alzó la vista hacia el cielo, buscando sin saber el qué, y vió una pequeña estrella, tililante, que parecía sonreírle desde su cúpula, y se distrajo observandola, tanto, que no se dió cuenta de que algo se le acercaba, hasta que un crujido tras de sí la despertó de su embeleso, mirando aterrada hacia donde había sonado.
Y vió a un joven, de tez aceitunada y ojos violeta, acercandose lentamente a ella, con las manos alzadas ante su pecho, como mostrandole que iba en paz.
- No temas... hermana, no voy a hacerte daño - su voz suave inundó sus oídos, y cabeceó ante él, arrodillandose a sus pies.
Ea un sentimiento conocido, algo que le decía que podía confiar en él, o que le había conocido en un pasado no muy lejano... el que le hizo doblegar us patas, y quedar a su merced.
Sin más, el hombre apuró los pocos pasos que lo separaban del animal, y, sonriendo, acarició su crin, hablando siempre con voz suave.
- Hacía tanto que no veía a un unicornio... hermana, ¿dónde te escondiste? ¿De dónde vienes?...
Se arrodilló a su lado, besando el carrillo del animal, que, aunque algo nervioso, únicamente piafó, como si estuviera ronroneando para sí.
Y ya no pensó que fuera tan desagradable ser lo que ahora era... si él estaba a su lado.
Movió sus orejitas graciosamente, cuando el muchacho se aventuró a rascarselas, y recordó lo que decía su abuela... "Secular Secularem"...
En su cabeza imaginó estar así, por siempre, por años y años y..
Abrió mucho los ojos, y cayó en la cuenta de que, si pretendía una vida normal, como una mujer, al lado de un hombre... debería recuperar su apariencia. .
Le miró con ojitos tiernos, y relinchó, inquieta, pero no se movió, esperando que el muchacho tomara la iniciativa.
Cosa que hizo, tal vz notó tensión en el aire, tal vez él leía su mente, tal vez era un chaán,... no sabía, pero notó cómo se ponía en pie, con tanto cuidado como la había tratado hasta ahora, y la montó, agarrando su crin con firmeza pero sin causar dolor.
Se puso, entonces, en pie, y, con un relincho, echó a trotar, sintiendose segura con él encima suyo.
Sentía sus caricias en el cuello, en la crin... y sin saber ni cómo, desplegó sus alas, batiendolas al unísono, y echó a volar, aún cuando el miedo a aquello que podía hacer la superaba.
Planeó como pudo, aún inestable, y cruzó el cielo despejado, bermejo por la caída del sol, que se ahogaba en un mar allá a lo lejos.
Divisandolo, sintió la necesidad de recorrer el litoral, y de sumergirse entre las olas de agua salada, y los deseos dormidos de su humanidad la ahogaron... tanto, que tuvo que descender tan rápidamente como se lo permitió, quedando sobre la blanca arena de una playa desierta, y cerró los ojos, añorando con abrumador pesar su cuerpo, sus deseos y su vida.
En su mente sólo podría preguntarse por la infame jugarreta del destino que la había hecho despertar así, y se preguntó, ¿cuáto tiempo duraría?, ¿para siempre?, Y, ¿Cómo?...
Escondió su cabeza entre sus patas, y las lágrimas brotaron de sus ojos, mientras el sueño la imbuía... rodeada por el olor del mar, sintiendo la calidez del muchacho a su lado, y escuchando su voz.
Y se durmió profundamente, deseando que todo fuera un sueño... ...
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