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Una de las tiras de El joven Lovecraft | |
Nadal Suau, reputado columnista de Bellver, lector todoterreno y compulsivo, eficiente filólogo y buen crítico, habla del cómic "El joven Lovecraft" a propósito de la última edición de las obras del maestro de Providence en Valdemar:
"En los últimos tiempos (Cisne Negro, el guionista) parece subyugado por el cómic, en el que encuentra múltiples resortes narrativos del máximo interés. Con El joven Lovecraft, ha decidido cruzar a Calvin y Hobbes con el maestro de Providence. Supongo que nació como un experimento o una broma entre iniciados, pero a estas alturas (llevamos casi dos años de tira) la fórmula ya es un éxito entre críticos e internautas. O sea, entre lectores, que es lo que cuenta. La cosa es como sigue: tenemos a un niño, Howie, tímido y con problemas para hacer amigos. Vive con sus tías, unas señoras convencionales y amables, pero su única alegría parece estar en su trato con lo numinoso. Esto se traduce en inofensivas aficiones: convocar mediante conjuros a seres maravillosos como el Golem o el Ojo de Rammenoth, escribir relatos sobre criaturas híbridas, cartilaginosas, que nos acechan en la sombra... Nada, nimiedades. Chucherías.
El joven Lovecraft es un proyecto que se exhibe en la red, desde su página oficial, http://dreamers.es/lovecraft. Es ahí donde encontramos las tiras, las biografías de sus dos autores, los detalles sobre el proceso creativo en el que andan inmersos. Además, desde hace algunas semanas las tiras atrasadas van apareciendo en la dirección http://eljovenlovecraft.blogspot.com.
El personaje protagonista, tratado con una simpatía cercana al compadreo, es el clásico antihéroe al que las cosas le salen siempre mal: juega a convocar poderosas fuerzas ocultas mientras sus tías le preparan el baño de agüita caliente; su compañero de clase, el adiposo mastuerzo Big Joe, le arranca el almuerzo a base de amenazas; y cuando entra en contacto con lo sobrenatural, se le aparecen unas momias de andar por casa, despistadas y nada temibles. Por todo ello, Howie -o Lovie, como le llaman cariñosamente sus creadores- y sus compañeros de viaje acaban resultando entrañables, próximos a todos nosotros. En definitiva, las tiras consiguen transmitir la sensación genuina de empatía con el pequeño fracaso cotidiano de un niño extravagante cuya imaginación y conocimiento supera al entorno en que debe sobrevivir. Chiquitajo, pálido y vestido con un correctísimo traje escogido por sus tías, Howie no para de recordarnos nuestro perfil más frágil, pero también más cautivadoramente entusiasta. En su género, El joven Lovecraft es una serie que parece llamada a crecer y popularizarse, demostrando que hay formas inteligentes y nada solemnes de ponerse a charlar con tos maestros antiguos. Insisto: de este proyecto hay que destacar su apuesta por la humanización de un personaje que en algunos círculos había sido elevado a mito insondable. Y sobre todo, la eficacia de sus resortes cómicos: más de una vez me he encontrado riendo solo y a todo volumen en mi cuarto, por culpa del bendito Howie. Además, el guionista es un tipo que maneja una cultura más que decente, y el dibujante es un virtuoso: yo no soy un entendido, claro, pero percibo la fuerza de su trazo sencillo, la inteligencia con que se sirve del color en casos puntuales, o la brillante caracterización del protagonista. Sin alardes, el rostro de Howie es versátil y perfectamente cómico, esto es, se ajusta perfectamente al lenguaje del medio en el que nos encontramos.
En definitiva, El joven Lovecraft es una propuesta original, ambiciosa pero no pretenciosa, e inevitablemente simpática. Cuando uno conoce al autor en que se inspira, sólo puede felicitarse por la popularidad de un escritor tan respetable. Enhorabuena a José Oliver y Bartolo Torres: ojalá que el premio Art Jove sólo fuera el primero."
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