Para los que lo desconozcan, Los Hijos de la Tierra es un ciclo de novelas bastante documentadas ambientadas en la Prehistoria, en plena Era Glacial. La primera de ellas, y sin lugar a dudas la mejor, es “El Clan del Oso Cavernario”, que nos contaba los primeros años de vida de Ayla, una homo sapiens criada entre Neandertales. Toda una historia de adaptación al medio y de aprendizaje en una época muy dura. Esta primera novela contó incluso con una adaptación cinematográfica a mediados de los ochenta (protagonizada por una Daryl Hannah en su mejor época) que dejó indiferentes como poco a los aficionados al libro y al público en general. A la primera novela siguieron tres más: “El Valle de los Caballos”, donde Ayla aprende a vivir sola y conoce además a su futuro amor, Jondalar, que a la postre es el primer homo sapiens que ve desde que era niña (para ella es el primero, vaya); “Los Cazadores de Mamuts”, en la que vemos cómo Ayla se integra por primera vez en una sociedad de gente como ella; y, por último, “Las Llanuras del Tránsito” , que nos cuentan el largo viaje de Ayla y Jondalar desde las tierras de los Cazadores de Mamuts, en la Europa del Este de aquella época, hasta el hogar del propio Jondalar, situada más o menos en la actual Francia. Estos tres tienen sus altos y bajos, ya que, a pesar de lo interesante que es ver con los ojos de Ayla las primeras civilizaciones humanas, entra en juego la vena romántica de la escritora, con tramas alargadas hasta la saciedad y a veces demasiado ahínco en la narración de las experiencias sexuales de los protagonistas (muy numerosas y largas, cómo sabrán quienes lo hayan leído). Y no sólo eso, sino que vemos como, de simple superviviente, Ayla se convierte en una especie de Supermujer, que sabe hacer casi cualquier cosa y que además se convierte en una de las primeras personas, si no la primera, en domesticar animales… en fin, un poco exagerado, la verdad. Sin embargo, sea por los personajes o sea por la narrativa y documentación de Auel, el caso es que algo tiene Ayla que engancha, y muchos habíamos perdido la esperanza de volver a saber de ella. Y aquí es donde entra la quina parte: “Los Refugios de Piedra”. ¿Qué podemos esperar de esta entrega? Pues, en resumidas cuentas, más de lo mismo… pero con moderación. Me explico: la novela tiene los mismos fallos que las tres anteriores, sin embargo, por algún motivo, éstos fallos no saltan tanto a la vista. Salvo uno: Ayla sigue siendo poco menos que perfecta. De hecho, que se sepa, lo único que hace mal es cantar. La novela nos cuenta la llegada de Ayla y Jondalar a la patria de éste, y la consiguiente adaptación ejercida por Ayla para acostumbrarse a una forma de vida totalmente distinta a la que había llevado hasta el momento ya que, por primera vez desde que se separó de su Clan (los Neandertales que la criaron), está en un sitio “para quedarse”. Ahora tiene que ir con los pies de plomo a la hora de conocer a gente, ya que los enemigos que pueda crearse (y en una sociedad tan poco evolucionada, los prejuicios eran muchos) podrían ser enemigos eternos. Así pues, la novela se centra mucho en este aspecto en detrimento de otros que en anteriores entregas llegaba a exasperar, como por ejemplo, la vida sexual de Ayla y Jondalar (que levante la mano el salido que, ante la enésima “demostración de perfección sexual” de los protagonistas en las anteriores partes no pensara “¿Pero ya están otra vez?”). Ello no significa que este aspecto de su vida desaparezca, sólo que no está tan presente, lo cual favorece el desarrollo de otros aspectos del libro, sobre todo la presentación de la cultura de los Zelandonii, su estructura social, su modo de vida y, más que todo lo anterior, el papel que jugará Ayla en la vida de esa cultura. ¿Recomendado? Pues evidentemente, sólo para quién se haya leído los otros libros (cuya primera parte, sobre todo, recomiendo encarecidamente), ya que las referencias a personajes y situaciones de las anteriores partes es casi continuas y, aunque en esta ocasión existe un índice de personajes al principio del libro, es difícil de seguir si uno desconoce los hechos anteriores. También es un buen punto de reenganche para quienes se cansaron en la anterior entrega, ya que tiene uno de los puntos fuertes de la tercera parte, “Los Cazadores de Mamuts”, (que también es uno de los puntos fuertes de la escritora): la descripción de una nueva –antigua en realidad- cultura. Además, ¿quién no echa de menos a Ayla?
Rafa Morey -Elendur-
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