Muy pocas personas sabían que, cada vez que lo encerraban, Harvey Dent tenía problemas para dormir. Ni tan siquiera el paso de los años le había ayudado a acostumbrarse al hecho de que su párpado izquierdo había desaparecido. Cuando estaba en libertad utilizaba un parche para dormir; pero en un lugar como Arkham, nadie iba a mostrar compasión por un criminal que no puede cerrar los ojos. Dios, cómo necesitaba su moneda… No tenía ninguna decisión que tomar, pero el simple hecho de arrojar el metal al aire una y otra vez, de jugar a cara o cruz con el destino por el mero placer del juego, siempre le había ayudado a relajarse. Las sombras inundaron su celda cuando algo grande y negro pasó frente a la mirilla de su puerta. Harvey se puso en pie. -La mitad de lo que te ha dicho es cierto, ¿sabes?- dijo con una voz ronca y áspera. La sombra se detuvo en el sitio. En la mirilla aparecieron los blancos ojos de su viejo amigo. -¿Qué sabes de todo esto, Harvey?- preguntó el murciélago. Cuando se paraba a pensarlo, Harvey tenía que reconocer que estaba haciendo progresos. Por mucho que sintiera la incontrolable necesidad de arrojar la moneda al aire, el hecho de no tenerla le negaba a su cara mala la oportunidad de tomar el control. -Hace dos días- explicó, gustoso de volver a ayudar al que una vez fue su socio en la lucha contra el crimen-, echaste por tierra uno de mis mejores golpes. Llevaba dos meses planeándolo. ¿Recuerdas por qué me cogiste? -Sí- respondió Batman-. Salí del Segundo Banco Nacional, y te encontré parado en la acera. -Demasiado ridículo, ¿no te parece? Harvey intentó reírse. El ácido había rasgado su garganta, por lo que sufrió un acceso de tos. Batman no manifestó haber sonreído. -El caso es- prosiguió- que según mi plan, después de salir de la cámara acorazada habría dos coches esperándome a la salida. Esta vez no te iba a dar la facilidad de poner un bólido y una chatarra. Ambos serían potentes de hecho ambos habían sido trucados, pero uno sería blanco y el otro negro. -Habrías ido en el negro- observó Batman. -Por una vez te habrías equivocado- respondió Harvey con una sonrisa-. Habría dejado elegir a la moneda. -No vi los coches- apuntó Batman. -Exactamente- replicó Harvey-. Cuando salí del banco descubrí que los coches habían sido robados, y los conductores drogados. -¿Te robaron los coches?- preguntó Batman. -Bats, tú sabes tan bien como yo cuánto tiempo pasé en la cámara acorazada- dijo Harvey-. Parece imposible que, en apenas dos minutos, los ladrones hayan tenido tiempo de dormir a mis hombres y robar mis coches… -… a no ser que supieran de cuánto tiempo disponían- completó Batman-. No era difícil adivinar que estarías dentro dos minutos. -Cierto, ese siempre ha sido y siempre será mi fallo- concedió Harvey-. Pero yo no llegué al banco en ninguno de esos dos coches. Yo entré en el banco, y un minuto después los coches llegaron. -Luego los ladrones sólo tuvieron un minuto para trabajar. -Sigues en forma, Bats. Hubo apenas unos segundos de silencio. Harvey los aprovechó para dedicar una sonrisa cómplice al murciélago; procuró ponerse al lado correcto de la ventana para que la única parte de su rostro que quedase levemente iluminada fuese la buena. -Sin embargo me has dicho que la mitad de lo que dice el Joker es cierto- señaló Batman-. ¿Qué pasa con la otra mitad? -Hey, soy abogado- respondió Harvey-. Yo me baso en las pruebas. Sé por mi propia experiencia que es posible que se haya cometido un robo tan complejo como el que el Joker dice, pero aún no tengo pruebas de que realmente se haya cometido el suyo. -Yo me ocuparé de las pruebas, Harvey- murmuró la rotunda voz de Batman, justo antes de que se encendieran bruscamente las luces del pasillo. Cuando Harvey miró, ahí no había nadie. Se volvió a sentar en su rincón, entre dos paredes. "Ojalá haya podido ayudarte, viejo amigo", pensó. Dios, cómo necesitaba su moneda…
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