Sheresygotayijuntsasi. Ése era su nombre. No era un nombre común, eso lo sabía muy bien. Era largo y pesado, pero a la vez detallado y único, y le gustaba. Le gustaba mucho su nombre, y no le molestaba llevarlo con orgullo allí por donde pasaba, con la cabeza bien alta y los ojos despiertos. Sin embargo, pese a que todo el mundo sabía quién era ella, pese a que la gente la identificaba y la saludaba con una sonrisa cuando se cruzaban por la calle, o al salir de clase, o en la cafetería, y pese que a todos les cayese bien por su sonrisa, por su afán de ayudar y por su habilidad de hacer reír a la gente, nadie sabía pronunciar su nombre.
Al principio, sus compañeros y compañeras le preguntaban, mas no era más que la típica pregunta formal que siempre se formula cuando te presentan a alguien o hablas con una persona por primera vez.
-¿Y cómo te llamas? –le preguntaban. - Sheresygotayijuntsasi –contestaba ella con una sonrisa. - ¿Cómo? No es un nombre muy común…
Y realmente no lo era. Largo y complicado, nadie se atrevía jamás a llamarla por su nombre, porque nadie sabía pronunciarlo o escribirlo. Por eso, ellos siempre la llamaban por un pronombre, ella, aquella, esa, o adjetivos con los que la definían, la castaña, la de la piel pálida, la de la sonrisa. Y a Sheresygotayijuntsasi no le importaba. Ella comprendía que era realmente muy difícil pronunciar y escribir su nombre, y no se lo tenía en cuenta a nadie. Ella simplemente se conformaba con que la llamasen de alguna forma, con que contasen con ella, con que le sonrieran al pasar, con que la saludaran cuando al vieran. Y, pese a que le hubiese gustado que alguien entendiese lo bonito que es su nombre y lo bonito que sonaba al pronunciarse entero, Sheresygotayijuntsasi al final desistió, y llegó un momento en donde no quiso molestar más con el aparatoso nombre.
- ¿Y cómo te llamas tú? - Puedes llamarme Sheresy.
Y así, todo el mundo acabó por conocerla como Sheresy. No era tan largo ni tan complejo como Sheresygotayijuntsasi, su nombre de verdad, pero seguía siendo raro y seguía llamando la atención. Y eso le gustaba a Sheresygotayijuntsasi. Con eso le bastaba. Sin embargo, y pese a que nadie jamás supo su nombre de verdad, ella siempre recordaba los nombres de todos. Jamás olvidaba ninguno. Sabía lo que significaba que alguien se acordase de tu nombre, o la sensación de no escucharlo jamás en la voz de otro, y por eso ella siempre estaba cerca de la gente, para pronunciar su nombre cuando más necesitara escucharlo.
Pasó el tiempo, y el nombre de Sheresygotayijuntsasi se fue borrando de la memoria de todos. Ya nadie recordaba que tras el nombre de Sheresy, venía un gotayijuntsasi.
- ¿Y cómo se llama esa chica? - Sheresy. - ¿Se llama así? - Bueno, creo que es una abreviatura… pero puedes llamarla así. Todos la llamamos así.
Pero Sheresygotayijuntsasi guardaba su nombre con cariño en el fondo de su corazón, y jamás lo olvidó. No olvidó lo lindo que quedaba al pronunciarlo, la música que emitía el viento al juntarse con sus sílabas, ni lo llamativo que resultaba. Por ello, cada vez que llegaba a su casa, se miraba frente al espejo, y lo pronunciaba, lo pronunciaba con la única voz que ha podido decirlo. Su propia voz.
- Sheresygotayijuntsasi.
Un día, Sheresygotayijuntsasi se encontraba en su asiento, dos filas frente a la pizarra. Estaba tranquilamente sacando sus libros, dispuesta a enfrentarse a un nuevo día de trabajo, cuando escuchó una palabra muy conocida, pero pronunciada con una voz extraña.
- Sheresygotayijuntsasi, ¿puedes dejarme un bolígrafo azul, por favor?
Sheresygotayijuntsasi se sorprendió, y durante unos segundos no respondió ni se movió. Tras unos segundos, se dio la vuelta y vio a una compañera detrás suyo, con el estuche en la mano abierto, como buscando algo. Maria se llamaba, recordó - Lo siento Sheresygotayijuntsasi –dijo Maria- es que me he dejado el mío en casa y no me gusta coger apuntes con el negro, queda algo triste y eso.. Pero Sheresygotayijuntsasi no la escuchaba. El sonido de la voz de Maria pronunciando su nombre completo, su nombre real, su nombre auténtico, la tenía aun anonadada. - Maria –dijo casi en un susurro- me has llamado por mi nombre… - ¿Eh? –la joven desvió la atención de su estuche por un momento y la miró directamente a los ojos – ah, bueno… es que lo vi el otro día escrito en un trabajo, y practiqué un poco… - ¿Practicaste? – Sheresygotayijuntsasi recordaba aquel trabajo de grupo. Sus compañeros le habían pedido que escribiese ella misma su nombre, ya que ellas no podían. - Sí –dijo María- tienes un nombre complicado, ¿sabes? Pero cuando le coges el truco, sale solo. Sheresygotayijuntsasi, ¿ves? Lo repetí un montón de veces en mi casa, y gasté diez folios para escribirlo bien del todo… Sheresygotayijuntsasi no podía creerse lo que oía. Aquella chica, Maria, la que se sentaba justo dos filas detrás de ella, había aprendido a pronunciar su nombre… y no solo eso, sino que también sabía escribirlo. Había invertido su tiempo, había dejado de hacer sus cosas, había abandonado sus quehaceres cotidianos durante unos minutos para poder aprenderse bien su nombre. Una lagrimita tímida asomó por los generalmente alegres ojos de Sheresygotayijuntsasi, y su rostro, que siempre se veía iluminado una sonrisa, ahora sonreía de verdad. - Maria… -dijo, pasándose el dorso de la mano por los ojos- ¿por qué lo has hecho? No me importaba. No me importaba que me llamases Sheresy… Maria la observó durante unos instantes, pensando una respuesta adecuada que darle. Luego, tras unos instantes, esbozó una cálida sonrisa, y simplemente le dijo:
- Porque no es justo que tu sepas el nombre de todos, y nadie se tome la molestia de aprenderse el tuyo.
***
El corazón y los sentimientos de una persona forman una red de frases y palabras tan difíciles de decir y escribir como el nombre de Sheresygotayijuntsasi.
Muchas personas no muestran su verdadero nombre a las demás por miedo a ser rechazadas, o simplemente por no ser entendidas,y por ello solo muestran una parte de su ser, la parte alegre, la sonriente, la de los momentos agradables. Solo muestran su abreviatura. Para los demás, solo son Sheresy.
Pero el interior de una persona no solo es Sheresy, la parte alegre, sino también es Gotayijuntsasi, la parte amarga, la de los momentos duros, tristes, serios.
Muy poca gente es capaz de entender esto, y se conforman con conocer solo la abreviatura del alma de una persona, sin esforzase siquiera en preguntar cual es su nombre completo, sin pararse un momento en intentar pronunciarlo, en intentar comprenderlo, y se quedan solo con una mitad, sin saber a penas que hay una parte que cuesta más de conocer... y de entender.
No hay muchas personas que se esfuercen en saber tu nombre completo, ni que intenten aprender a escribirlo o pronunciarlo. No hay muchas personas que se sienten a tu lado para llorar cuando estás mal, o para darte un abrazo cuando la vida se te viene abajo. Y no lo hacen porque no quieran, sino porque solo conocen a Sheresy, y Gotayijuntsasi tan solo les es un extraño.
Por eso, si encuentras a alguna de esas personas, si encuentras a alguien que gasta diez folios para aprender a escribir tu nombre, y que lo repite una y otra vez para poder pronunciarlo bien entero, cuídala, cuídala como el tesoro más grande que tengas, cuídala incluso aunque nunca jamás llegue a pronunciar tu nombre correctamente, porque personas que intenten llegar a Gotayijuntsasi, personas que no solo quieran de ti la parte alegre de Sheresy, sino todas tus partes, personas que quieran a Sheresygotayijuntsasi, tan solo hay una por cada uno de nosotros. Si encuentras la tuya, hazme caso: no la pierdas.
Y ahora piensa en esto:
¿De cuántas personas
piensas que eres capaz
de nombrar por su nombre completo?
Y además…
¿A cuántos de tus amigos
los sigues nombrando con abreviaturas,
pese a conocer su nombre completo?
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