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Ningún ladrón de joyas las vendería a la luz del día. Lo que, por otra parte, sería el comportamiento más sabio en una ciudad como Gotham.
Selina Kyle lo sabía. Pero había dos posibilidades a tener en cuenta. O bien el ladrón tenía aún las joyas en su poder, o las había vendido inmediatamente después del robo. Si era esta última opción, lo mejor sería darse prisa en encontrarlas antes de que el perista las sacase de la ciudad. Si era la primera opción, tal vez podía asustar lo suficiente a todos los peristas como para evitar la venta.
Ningún perista llevaría una transacción a la luz del día. Selina Kyle lo sabía, y lo iba a aprovechar.
El primer punto de su ruta era el local de Richie “Largo” Lovitz, un tipo rechoncho que aparentaba diez años más de los que tenía y que probablemente no llegaría a vivir la edad que aparentaba. Regentaba una tienda de empeños. Todo Gotham sabía a qué se dedicaba realmente su negocio, pero nadie tenía pruebas suficientes como para hacer nada al respecto.
La campanilla resonó con furia cuando Selina entró en el oscuro local y caminó entre los tesoros abandonados de algunos ciudadanos honrados de Gotham. Al fondo, escondido tras una rejilla y un cristal blindado, la cara de hurón de Lovitz seguía con la mirada el fajo de billetes que sus gruesos dedos contaban.
-Largo- farfulló sin mirar.
-Esa no es forma de tratar a un cliente, Richie- dijo Selina.
Lovitz levantó la mirada. Selina vestía una gabardina ceñida a la cintura, zapatos de tacón y gafas de sol. El tipo de vestimenta que te hace preguntarte qué más hay debajo.
-Sabes que durante el día no te atiendo, Selina- croó-. El tipo de negocios que…
-No vengo a vender- le interrumpió Selina-. Busco información.
-¡Ya, claro!- replicó Lovitz entre carcajadas-. Escucha, muñeca, nunca le he dado a nadie información sobre mis clientes y no voy a empezar ahora.
-Por supuesto, nunca has dado ningún soplo a la poli.
A Lovitz pareció indignarle el comentario.
-No pienso tolerar…
-La colección Kenya- volvió a interrumpir, y soltó en el mostrador una foto de la colección-. Robadas anoche mismo del museo de Gotham.
-No han pasado por aquí- respondió Lovitz sin mirar la fotografía-. ¿Por qué me preguntas a mí? Soy un respetable hombre de negocios.
-Por eso mismo- respondió Selina con una sonrisa burlona-. ¿Qué sabes?
-Sólo lo que dicen las noticias, que las donaron ayer y las robaron anoche.
-¿Se te ocurre de alguien que sea capaz de cometer ese robo con esa precisión y sin tiempo para prepararlo?
-Yo no me mezclo con ladrones.
-Venga ya, Largo, aquí no hay testigos y los dos sabemos a qué te dedicas por las noches.
Lovitz miró a su alrededor.
-La única que conozco capaz de hacer algo remotamente parecido a eso eras tú- respondió finalmente-. Y últimamente se dice que no te dedicas al negocio.
-Se dice bien. De todas formas yo he visto el lugar del robo. El ladrón es mejor que yo.
-Parece que eso te quema.
Selina contuvo un bufido.
-Si alguien viene esta noche a vender las joyas- dijo-, deberás avisar a la policía.
-¿Estás loca?
-¿Por qué?- preguntó con una triunfal sonrisa socarrona-. ¿No eres un hombre de negocios respetable?
-¡Déjate de coñas! ¡No pienso meter a la poli aquí dentro!
-Está bien. Pero no hagas negocios con el ladrón.
-Oye, nena- explicó Lovitz-, el negocio es el negocio. A lo mejor tú has encontrado plaza en una discoteca como putilla y puedes permitirte el lujo de dejar tu antiguo trabajo, pero yo tengo que ganarme la vida.
La transformación que Selina Kyle experimentó en ese momento superaba con creces lo que Lovitz hubiera llegado a esperar jamás. Antes de que él pudiera comprender lo que estaba pasando, Selina ya había tumbado de una patada una estantería de metal, volcando cajas de bisutería y derribando televisores.
-¡Estás loca!- bramó Lovitz, sacando una escopeta de debajo del mostrador y apuntando por la rendija del cristal blindado.
Selina agarró el cañón de la escopeta y tiró con fuerza. La maniobra cogió a Lovitz por sorpresa, haciéndole perder el apoyo y estampándose sobre el cristal. Sus dedos se aflojaron en torno a la culata del arma, y Selina no tuvo más que sacarla del pequeño cuartucho blindado.
Lovitz se levantó y salió corriendo por la puerta trasera, horrorizado. Selina sonrió, se relajó, estiró los brazos para desperezarse y salió caminando tranquilamente por la puerta principal. Luego dio la vuelta al edificio.
Allí estaba Richie “Largo” Lovitz, con el mentón aplastado contra un contenedor de basuras, las manos a la espalda y recién esposado. Junto a él, sujetándole la cabeza firmemente para inmovilizarlo, un hombre cerca de los cincuenta se encendía un cigarro.
-Gracias, Bradley- dijo Selina.
Slam Bradley arrojó la colilla al suelo y contempló a Selina de arriba abajo. Siempre lo hacía.
-¿Vas a explicarme ya para qué quieres que haga esto?- preguntó.
-Vamos a evitar una venta. Y si él no iba a ser el comprador, francamente, no creo que Gotham pierda mucho por que “Largo” Lovitz desatienda su negocio una noche.
-¿Esto no es ilegal, Selina?
Selina Kyle se apoyó en la pared y sonrió ante la puerta trasera abierta. Había dejado el mundo del robo, pero aunque ya no las aprovechase aún reconocía las buenas oportunidades.
-Dime algo en Gotham que no lo sea- respondió.
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