1. Pobre diablo
Siempre detesté las lóbregas paredes del cubil. Detesté esas paredes, porque me retenían lejos de mi voluntad. Yo quería salir y ver qué había fuera. Mamá era dura al respecto y sabia como era, amén de imponernos respeto, se aseguró de que la obedeciéramos aún en el caso de que perdiéramos el respeto, vencidos por la curiosidad. Nos metió el miedo en el cuerpo, un terror insano al exterior. No hicieron falta palabras, entre nosotros a penas las había, nos bastó leer en sus ojos para aprender a temer lo que hubiera en el exterior. Aunque con mi hermano esas cuitas nunca fueron necesarias, él nunca quiso salir. Jamás tuve ocasión de entenderle, nunca cruzamos palabra.
El día que yo salí del cubil, vencido mi miedo a lo desconocido, mi hermano no hizo sino echarme una mirada lastimera. Le dejaba solo, “¿qué voy a hacer sólo aquí dentro?” leí en sus ojos. “Algún día tendrás que salir” le dijeron los míos antes de darme la vuelta y salir del cubil. Yo no podía quedarme dentro ni un día más. Era mi hermano, sí, pero yo era joven y miraba por mí, no podía cortar mis alas por su causa. Mamá se encargaría de hacerle salir y si no, que se buscara la vida.
Las cosas son así cuando eres pequeño, no tienes tiempo de cuidar de tu hermano. Tienes que aprender lo más rápido posible a sobrevivir solo y la curiosidad te apremia en esa empresa.
Nunca más volví a entrar en el cubil, aunque mamá lo intentó de veras. Intentó imponerse, me castigó duramente e incluso me suplicó. Ella no podía dejar ahí dentro a su hijo, ella no era pequeña, como yo. No tenía ese ansia de aprender y aunque entendía que yo sí y sabía que a ella le correspondía enseñarme, estuvo reacia a dejar a su otro hijo allí dentro.
Pero mi hermano no quería salir y mi madre no pudo convencerle. Lloró amargamente y gimoteó suplicante hasta que se quedó ronca en la boca del cubil, llamándole, instándole a salir.
El último día, yo la llamé de igual modo a ella, quería irme ya. No soportaba la espera. Mil cosas me llamaban la atención y mi ansiedad por aprender me volvía loca.
Mi madre, a mitad de camino entre el cubil y yo, miraba frenética a un lado y a otro, a mí, que le devolvía la mirada apremiante y a mi hermano escondido. Los ojos de mi madre, aunque mi hermano no tuviera oportunidad de leerlos nunca, le pedían perdón desde una profundidad tan insondable, que yo, al atisbar fugazmente su expresión cuando se giró, al a penas rozar esa profunda tristeza, me quedé totalmente paralizada. Ciega, sorda y muda ante semejante puñetazo en a mi alma. Jamás olvidaré sus ojos.
Pero olvidamos. La vida seguía y teníamos mucho que hacer. Yo jamás miré atrás mientras nos alejábamos. Mamá sí miró, frenó el trote y miró atrás muchas veces, mas un gimoteo mío la hacía siempre seguir hacia delante. Hasta que dejó de mirar atrás.
Y allí quedaría mi hermano, olvidado de aquellos a quien conociera en la vida. Pobre diablo.
2. Solo
Oscuridad, la misma de siempre. Las mismas paredes duras a mi alrededor. La misma boca del infierno frente a mí. Anhelo tanto cruzarla... Anhelar y no querer. ¿Por qué soy yo siempre tan contradictorio? Mi hermana había anhelado y querido, así era más fácil todo. Por eso ella se fue y yo continúo aquí escondido. Mas, ¿escondido?, ¿realmente lo estoy?
Siento miedo, sí. ¿De lo que hay ahí fuera? No. Sé lo que me espera allí fuera y es sólo que no lo deseo, no del todo... ¿De sufrir algún percance? Todos tenemos miedo a eso, ¿no? Pero daría el paso si pensara que me fuera a merecer la pena. No me llama el mundo de ahí fuera. Leí en los ojos de mi madre lo que había fuera, no era lo que intentó transmitirnos a mi hermana y a mí siendo muy pequeños. Era otra cosa... pero tampoco eso era para mí. ¿Dónde está pues mi mundo? Mi mundo no puede ser este cubil tampoco, esto no es lo que yo deseo...
Entre estar aquí y salir fuera, no me gusta ninguna de las dos opciones...
¿De qué tengo miedo? De sufrir, de constatar que el mundo de ahí fuera no es para mí... Aquí dentro siempre puedo seguir pensando que el mundo de fuera no es para mí, pero anhelar salir para comprobarlo. Si salgo y lo compruebo, ¿qué me queda? Nada.
A eso tengo miedo. A no que no me quede nada.
Y estoy aquí solo. Escondido y anhelando salir. Pero no me atrevo. Me retengo a mí mismo. Bañándome en las aguas de la soledad y herido de tinieblas propias y ajenas. Estoy aquí, en mí mismo. Y fuera está todo lo demás, lejos, muy lejos de mí. E irónicamente... a sólo unos pasos.
3. Amenaza
No sé cuántos días llevará allí. Supuse que se habrían marchado todos, como suelen hacerlo. Debe estar enfermo y medio muerto. De otro modo no le habrían dejado... Tengo hambre...
Tengo hambre y ese pequeño está ahí, me llega su olor... Me estoy volviendo loco...
Es un lobo... pero es pequeño... y debe estar enfermo, no es más que un suculento trozo de carne. Es débil, es comida, no una amenaza...
Mi madre está muerta, no hay más leche... es un trozo de carne débil y yo tengo hambre. Entraré en el cubil y me lo comeré sin más... no ha de ofrecer resistencia...
Noto calor aquí dentro, me quedaré en este cubil cuando me lo coma... pronto ese calor acunará mis tripas... él está débil y yo puedo comérmelo...
Grrrrrr
¿Gruñe? Acaso no esté tan débil... pero es un gruñido débil, como él, no opondrá resistencia...
(Grrrrrrr RRRRRRRRRRRRRRRRRRRR)
¡Maldito lobato! ¡Me ha mordido! Más vale que me vaya y cace algún pájaro. No está débil. Aquí solo tanto tiempo y no está débil... ¿qué le da esa fuerza?
4. Demasiado pequeño
Agoniza. Ya no puede más. Es mi tarea llevarme su alma. Pronto me permitirá hacerlo. Ya no le restan fuerzas. Nadie le enseñó a tenerlas. Era demasiado pequeño. No tiene alimento, ni agua, ni luz ni aire a penas que respirar. Pronto se dejará morir. Yo he de llevármelo. Siempre me llevo a aquellos a los que les llega la hora. Está vencido y para él es la hora. A penas le queda tiempo...
5. A unos pasos
- Huele a lobo, hermano. - Sí. - Entonces hay uno por aquí. - Hermano, hay un lobo, pero no sé dónde. - El olor viene de allí. - Un cubil. - Hermano, un cubil, ¿entramos? - Hay un lobo allí, hermano. Acaso esté la madre cerca. - Nos hará daño. - Sí, hermano. Nos matará. - ¿Y la nuestra, hermano, dónde está nuestra madre? - No tenemos, desapareció. - Se fue y no volvió, ¿eh, hermano? - No volvió. - Pero hay un lobo ahí. - Podemos irnos, hermano. O quedarnos a esperar. Si viene la madre tendremos que huir para salvar la vida. - Quizá no venga. Está solo, hermano. Yo no veo a la madre. - ¿Recuerdas estar solo ahí dentro, hermano? - Lo recuerdo... - Quedémonos...
6. Voces
Les oigo ahí fuera. No son pumas, son lobos. No quieren hacerme daño. Les oigo como oía a mi madre llamarme. No salí entonces, tenía miedo. ¿Por qué salir ahora? Pero ellos son... diferentes. Quisiera conocerles... se parecen a mí.
Están ahí fuera, escondidos, callados, esperando...
Me esperan... Se parecen a... a nada. Son diferentes a quienes yo creía que hallaría fuera. Y están a unos pasos...
Estoy cansado de estar solo. Quiero conocerlos.
6. Hermanos
Corren cuatro lobeznos bajo la luz del astro rey. Corren y juegan como hermanos. Dos lo son de sangre, los otros dos lo son de espíritu. Se encontraron en aquel mundo incierto y solos como estaban, parecidos como eran, fueron cuatro y fueron uno. Fueron dos y dos. Fueron una manada.
7. Cubil
He vuelto al cubil. No estoy aquí todos los días. Tengo una manada. Ellos dos siguen siendo mi manada. Y hay otros...
Ella se fue. Y aunque me la sigo cruzando, ya no somos dos y dos. No somos cuatro y uno. No somos lo que éramos.
A veces me quedo aquí dentro. No siempre podemos ser dos y uno. No salgo todavía solo. A penas asomo aún en solitario el hocico. No perdí el miedo del todo. Quizá nunca lo pierda.
Pero tengo a mi manada. Y a los otros. Salgo lo suficiente como para sobrevivir. Busco alimento, agua... Consigo lo que necesito. Salgo con ellos, con mi manada, con los otros... No sobreviviría sin ellos... o acaso se me haría harto pesado, duro e insoportable...
Sé que tendré que salir y recorrer sendas que ahora rehuyo. Sé que si no me atrevo a recorrerlas, como me atreví aquella vez a salir del cubil, nunca podré encontrar lo que anhelo. Da miedo, pero no hay otra forma.
No estoy solo. Pero tengo otros anhelos... están ahí, siempre lo están.
Aún es pronto para dejar el cubil del todo, aún me da demasiado miedo buscar lo que anhelo y no encontrar lo que busco.
Pero saldré, porque no hay otro camino que enfrentarse a los propios demonios. Exponerse a sufrir y dejar que la ilusión por hallar los anhelos guíe tus pasos. Fuera está lo que busco, a tan sólo unos pasos. No sabría decir cuántos, mas si no camino, no lo descubriré.
| |