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Ante mi cara de desconcierto Nane comenzó e explicarme algunas cosas de aquella ciudad.
-Esa parte del edificio que ves ahí tiene 75 plantas. En cambio esconde 40 plantas subterráneas.
-No es posible.
-Si, claro que lo es. En esas 40 plantas viven habitantes, todo esto gracias a un sistema de ventilación que renueva el aire desde arriba. Todos y cada uno de esos edificios que ves tiene una continuación subterránea. Digamos que la ciudad está dividida en 3 niveles. El nivel 1, ese que puedes ver, todas esas viviendas que gozan de la luz del día. En estas viven los habitantes distinguidos de la ciudad, los grandes empresarios que dominan los negocios y los que mueven grandes sumas de dinero. El nivel 2 se podría decir que es para gente como tú y como yo, lo que sería la clase media, y abarca hasta más o menos la planta -20. Y, finalmente, el resto, desde la -20 al final, que puede llegar a ser -50 es lo que se denomina el nivel 3. En este nivel vive la pobreza de la ciudad, las clases más bajas y de más miseria. Viven ahí abajo apiñados, en la zona más peligrosa de la ciudad, donde se cometen asesinatos y se tratan los negocios de drogas. Si alguna vez bajas al nivel 3 verás el paraje más lamentable que jamás hayas imaginado. Es que no sólo hay viviendas subterráneas, sino que hay toda una ciudad subterránea ahí abajo – dijo mientras miraba al suelo-miles y miles de personas debajo de nuestros pies. Los niveles 2 y 3 dan bastante la lata, sobre todo el 3, cuando hay problemas con los conductos de ventilación. Ocurre muy a menudo que muere gente ahí abajo, en las zonas más bajas de la ciudad, por falta de oxígeno. Sin ir más lejos el otro día el nivel 3 se convirtió en el infierno para una treintena de personas que murieron por asfixia. En cambio, al nivel 1 no le interesa mejorar los sistemas de ventilación…
En ese mismo instante empezó a llover. Me fijé en que toda la gente iba abandonando la calle. Aquellos pobres del nivel 3 que había visto mientras pedían limosna iban desapareciendo en la entrada del metro.
-Bien… lluvia ácida otra vez… será mejor que bajemos y que te enseñe tu nuevo dulce hogar…
A juzgar por la expresión sarcástica de su cara me di cuenta de que no se trataba de un lugar agradable.
Nos dirigimos hacia la entrada del metro y bajamos aquellas escaleras. Era un lugar bastante sucio y descuidado y, por lo que averigüé esa estación era solo para los habitantes de los niveles 2 y 3.
-La entrada a los apartamentos de ahí abajo es por la estación del metro- señaló Nane.
Nos metimos en uno de los 15 ascensores que comunicaban las viviendas con el exterior, los cuales no tenían acceso al nivel 1, como era de esperar. El ascensor se detuvo en el piso -10, en el que iba a pasar los próximos meses trabajando en aquella sucia ciudad. Cuando se abrió la puerta del ascensor me paré en seco. No estaba segura de que pudiese vivir allí. Era mucho peor de lo que me había imaginado. Largos corredores desaparecían a lo lejos, casi infinitos, angostos corredores apenas iluminados por tubos fluorescentes de luz, de los cuales muchos de ellos fallaban y parpadeaban. El suelo enmoquetado, de color gris, estaba lleno de manchas, algunas de sangre que permitían imaginarse las peores situaciones, y las paredes en un principio blancas, presentaban ahora un color sucio, enmohecido y dejaban resbalar por su mugrosa superficie el vapor que las empañaba. Y lo peor de todo, el olor, un hedor insoportable que lo inundaba todo, putrefacto, que mezclado con los gritos y lamentos que procedían de las entrañas de aquel edificio subterráneo dotaban a aquel lugar de una apariencia un tanto siniestra y escalofriante.
-Supongo que ya te imaginarías que esto no iba a ser agradable, ¿no? Viniste a investigar acerca del tráfico de órganos, y tengo que decir que eres muy valiente para venir aquí voluntariamente.
Tenía razón. Trabajaba para una organización que luchaba contra el mundo del crimen y estaba allí voluntariamente. En los últimos meses habían aparecido casos de asesinato con el fin de conseguir órganos en aquella ciudad. Mafias peligrosas traficaban con órganos humanos, sobre todo pulmones, que eran lo más codiciado ya que los problemas respiratorios en aquel lugar no hacían otra cosa que aumentar a causa del smog que cubría la ciudad.
Widetown no era un lugar especialmente agradable para vivir.
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