Severus rió como un niño, y resultó extraño.
Tan extraño, que aquél adolescente sintió un escalofrío de temor en su nuca.
Aún así, se acercó a él, tentativamente.
El profesor, tantas veces distante y frío, parecía en aquél momento totalmente opuesto.
Deshinibido, dejó caer la capa al suelo, y se estiró sobre la cama con un gesto felino.
Desabrochó dos botones de su habitual camisa, y le miró con ansias.
- Ven! - ordenó, estirandose cómodamente sin dejar de mirarle.
Susurró palabras que ni él ni el hombre escucharon, y se delsizó lentamente sobre las sábanas, como una bestezuela en celo...
Paró cerca de su entrepierna, y mordió el botón que afirmaba el pantalón del profesor, mirándole rabiosamente.
Él rió, y con voz ronca, le susurró lo que deseaba.
Alargó la mano hacia su cojín, metiendola por debajo, y sacó un potecillo pequeño, lleno de un líquido viscoso y malva.
- Mira... mermelada de grosella... tu favorita, pequeño... ¿quieres usarla?...
Abrió el pote, vertiendo sobre su vientre desnudo el contenido, y el chico relamió parte, entre risas y jadeos.
- Ya sabes lo que tienes que hacer... - insinuó, posando la palma de la mano rugosa sobre aquél cabello tan suave, dirigiendolo con un movimiento sinuoso hacia su pelvis.
Entreabrió los ojos, observando la maraña de pelo rubio que se escondía allí abajo, moviendose en vaivenes cada vez más intensos.
- Oh... - gimió el maestro, notando los jugosos labios rodeando su miembro - draco... resultaste el mejor de mis alumnos...
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