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El espejo

Relatos Dreamers


Se despertó sobresaltada, sintiendo que las sábanas que se habían enredado en torno a su cuerpo le asfixiaban, le ahogaban…De un brusco movimiento, se deshizo de ellas y sintió como resbalaban hasta caer al suelo junto a la cama.

Permaneció quieta, boca arriba, tratando de recordar qué había estado soñando, qué era lo que la había puesto en ese estado, pero todo eran confusas sombras en su mente, que huían a pasos agigantados, como si se escondieran de su mirada cada vez que trataba de enfocarlas.

Cuando el último recuerdo que revoloteaba en algún lugar de su cabeza, escapó de entre sus dedos, se rindió a encontrar una respuesta. Suspirando, alargó la mano para ver la hora. La pantalla luminosa del móvil la deslumbró y parpadeó varias veces antes de poder ver la hora que marcaba: las cuatro y diez de la madrugada.Añadir Anotación

Dejó escapar un resoplido a la vez que se echaba en la cama de nuevo. Aún quedaban un par de horas hasta que tuviera que levantarse, así que decidió seguir durmiendo. Sin embargo, pensó en ir primero a refrescarse un poco.

Entró al cuarto de baño procurando no hacer demasiado ruido. Dirigió una mirada fugaz al espejo: tenía el pelo revuelto y los ojos entrecerrados, protegidos de la fuerte luz. Se lavó la cara parsimoniosamente, sin ganas. El agua fría la hizo estremecerse; no obstante, no sentía nada de frío para la temperatura que había a aquellas horas y recién salida de la cama.Añadir Anotación

Cuando comprobó que, por mucho agua más que se echara por encima, no se iba a sentir mejor, alargó la mano y cogió la toalla, secándose la cara con desgana. Lo único que percibió cambiado fue que por fin podía abrir los ojos sin sentir dolor: sus pupilas se habían contraído lo suficiente.

Dejó la toalla en su lugar y, apoyándose en el lavabo, miró su imagen en el espejo. Lo que vio no le gustó nada. Era uno de esos días en los que todo le daba asco, empezando por su propia persona. Los ojos hinchados, llenos de cansancio y de hastío, el pelo enmarañado, los finos labios torcidos en una mueca de descontento…Allí estaba ella, aquella imagen que conocía tan bien, aunque a veces ni se identificara con ella.Añadir Anotación

Siguió mirando, mirándose a los ojos, y el espejo siguió mostrando lo que ella era, cada vez con más profundidad. Y vio quien era. Una chica del montón, sin nada que destacase, ni por fuera, ni por dentro, lo que le dolía más aun. Sin fuerza, sin valor, sin una maldita cualidad que levantara un mínimo de autoestima en su mente torturada por sus propios pensamientos…Añadir Anotación

Sin saber por qué, sintió unas enormes ganas de llorar, y, casi antes de pensarlo, una lágrima se deslizó por su mejilla. Encima, débil. Siempre igual, con las lágrimas allá a dónde fuera…Sin una pizca de entereza. Siempre auto compadeciéndose. Como ahora. Pensando en lo injusta que era la vida con ella, en lo triste que estaba siempre, en por qué no podía ser feliz…Recordando las mil y una desgracias que había pasado y que, aunque hiciera años que habían sucedido y normalmente no le importaran en absoluto, en ese momento le dolían. Le hacían llorar más y sentirse más triste, y compadecerse aún más de sí misma. Odiaba auto compadecerse. Se odiaba tanto…Añadir Anotación

Apoyada en el espejo, con el rostro surcado de lágrimas pero sin dejar de mirar su reflejo, siguió viéndose a sí misma. Vio sus fallos, vio la estúpida ira que la embargaba a veces y la llevaba a hacer daño intencionadamente. Vio el egoismo que anidaba en su interior y que salía a flote con demasiada frecuencia. Vio en sus ojos el dolor que sus actos habían causado a otras personas, personas que le habían dado todo…a ella, que no tenía nada por lo que mereciera la pena permanecer a su lado…Añadir Anotación

Suplicando una tregua a su propia conciencia, se dejó caer de rodillas al suelo, sujetándose la cabeza con las manos, sin dejar de llorar con el alma rota de pena y desesperación. No podía soportarlo. No entendía por qué tenía que soportarlo. Pero era un callejón sin salida. Era así y no podía cambiar. Seguiría contemplando su patética imagen en el espejo durante toda su vida, sola, abandonada por aquellos que no había sabido cuidar lo suficiente…Añadir Anotación

De repente, sintió que unas manos la rozaban suavemente y tomaban las suyas, obligándole a retirarlas del rostro. Entre lágrimas atisbó unos ojos, unos ojos que anhelaba mirar cada segundo de su vida. La sensación de irrealidad era tan fuerte que ni siquiera se paró a pensar en lo extraño, por no decir imposible, de aquella presencia. Las manos, delicadas y de una agradable tibieza, le acariciaron el rostro, pero ella lo ocultó de nuevo. Había vuelto a ver su reflejo en aquellos ojos, y no quería seguir con ello. No era capaz de soportar más odio contra si misma. Pero las manos le obligaron a mirar, y, sin dejar de llorar, contempló de nuevo su reflejo en el espejo de aquellos ojos.Añadir Anotación

Pero no era ella, no como se conocía… Vio un alma rebosante de amor por los demás, de lealtad, de compasión…Vio ternura y comprensión. Una mente no brillante en exceso, pero si imaginativa, inteligente y madura. Vio el lazo más fuerte que en su vida imaginó, nacido tan solo del trato y la confianza. Vio el sentimiento que más valoraba, el que la llenaba de buenos deseos, el único que le permitía encontrar la paz, la serenidad y la felicidad.Añadir Anotación

Y entonces comprendió que aquello que veía, no era si no la proyección de sus verdaderos sentimientos. Era el reflejo de lo que sentía hacia los demás. Era también su reflejo. Era también ella. Y vio alegría en sus ojos y belleza en su sonrisa. Y se sintió feliz por la belleza que destilaba ante aquellos ojos, tanto por dentro como por fuera.Añadir Anotación

Volvió a la cama, acompañada por la calidez de aquella alma y por aquella mirada de ángel. Serena y feliz, con el alma rebosante de paz, se sumió en un dulce sueño, arropada por las suaves caricias de aquellas manos.

A la mañana siguiente no recordaba nada de aquel extraño sueño. Se levantó con el mismo humor de todos los días cuando tenía que madrugar, y se vistió con resignación. Sin embargo, al pasar junto al espejo del baño, se detuvo a admirar su reflejo, sorprendida. Aquella mañana se veía radiante, extrañamente bella, a pesar de no hacer ningún esfuerzo por estar mejor. Pero no era solo externo. Era una luz que salía de no sabía dónde. Se sonrió a si misma, sorprendida pero encantada, y su sonrisa contribuyó aún más a acentuar la luz que la envolvía. Sin dejar de sonreír, se encogió de hombros y, guiñando un ojo al espejo, se dispuso a comenzar un nuevo día.Añadir Anotación



Darja Vindemar

Darja, 30 de Junio de 2005
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