Hermione sollozaba, inquieta, hecha un ovillo en un rincón.
Sentada en un peldaño de la escalera principal, apoyaba la cabeza sobre sus rodillas, gimiendo.
Alguien se sentó a su lado, y la rodeó con unos fuertes brazos. El aroma a madera y menta le mareó por un momento, y levantó la vista, para encontrarse con la mirada dura de aquél chico que, en el intento de tratarla con dulzur, resultaba de lo más patoso.
- ¿Qué te passsa, Herrrmione? - preguntó con voz áspera y cascada, a lo que la chica negó con la cabeza, reprimiendo un llanto.
- No llorrresss... - desesperado, intentó recoger sus lágrimas con el dorso de su mano, acariciando sus mejillas tosca pero suavemente.
Y de pronto, Hermione se quedó sin hálito. Sorprendentemente, los labios que la estaban besando no eran ásperos ni amargos. eran suaves, cálidos, incluso dulces...
Cerró los ojos, dejándose llevar lentamente por aquél beso, dibujando en su mente la figura del chico espigado que tanto la hacía llorar...
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