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El paseo

Relatos Dreamers

     Una bonita mañana de primavera. El sol me saluda con ánimo, mientras la suave brisa marina me evoca paraísos desconocidos. Me encanta pasear por la playa cuando aún no han llegado esos días de aglomeraciones de bañistas. Me relaja, me calma.
     No hace tanto que el día ha despertado, pero no estoy solo en mi paseo sobre la arena. Observo a una mujer amamantando a su bebé, sentada sobre una toalla. Me fijo en el bebé: frágil, indefenso, inocente. El comienzo de la vida. Aún sin sueños sobre el futuro, pero sin responsabilidades ni preocupaciones. El reflejo mismo de la pura felicidad. Me quedo embobado mirándole y la madre levanta la vista hacia mí. Desvío la mirada y continúo mi paseo.Añadir Anotación
     No a lo lejos, un trío de niños corretea, intentando cogerse unos a otros. Alegría, risas, despreocupación... ¿Quién no desearía ser un niño eternamente? O tal vez un adolescente, como aquella pareja de jovenzuelos que se acurruca allí, medio escondidos entre las rocas, buscando una pizca de intimidad para sus arrumacos. Siempre es buen momento, y buen lugar, para dar rienda suelta al amor.Añadir Anotación
     Sigo andando, descalzo, sintiendo las conchas olvidadas bajo mis pies. Me giro un momento y me fijo en mis huellas, efímeras, que desaparecerán sin que nadie se percate de ellas.
     Cerca de la orilla, tanto que ya tienen los tobillos empapados, pasea otra pareja. Él, de unos treinta y pico, más bien delgado, mirada firme y serena; me lo imagino vestido con un traje caro y colgado todo el día del móvil, hablando de negocios. Ella, rubia de bote, cuerpo de locura, seguramente parece más joven de lo que realmente es; me la imagino... En fin, ambos caminan pausadamente, cogidos de la mano, charlando tranquilamente mientras se echan miradas dulces. Un poco más adelante hay otra pareja, unos cuarentones. Pero estos no pasean felices sino que más bien discuten acaloradamente. Gritos y gestos hoscos se suceden uno tras otro, en uno y otro sentido, y yo me voy alejando poquito a poco.Añadir Anotación
     Y, de repente, mientras prosigo mi paseo, me envuelve un leve halo de tristeza y melancolía. Una gaviota me acompaña durante un breve instante, pero decide que no le intereso y emprende el vuelo, ágil, a lo largo de la costa. La sigo con los ojos unos segundos y, finalmente, se me pierde la vista en el mar. En sus tranquilas aguas hay una pequeña barca de madera, guiada por un, tal vez, intrépido lobo de mar. En el fondo sé que, aunque no le conozco, se trata de un hombre que acaba de jubilarse recientemente, quizás hace tan sólo unos meses, y ahora se dedica a sacarse brillo a la calva y a pescar en sus ratos libres. Su cara me dice que la pesca es escasa y los ratos libres demasiado largos.Añadir Anotación
     Las tenues olas rompen ante mí, y me incitan a ir hacia el acantilado. Aquí el sonido del mar es más fuerte y te hace empequeñecer. Me quedo inmóvil un buen rato. Los minutos pasan y no me importa, no tengo prisa, y aquí estoy relajado. Poco a poco voy regresando y me doy cuenta de que un hombre me está observando. Es un anciano, con arrugas más viejas que el mar, demacrado y de mirada triste, perdida. Se sujeta a duras penas sobre un bastón, aguantando la letanía de la vida, y deseando morir antes de que lo hagan sus hijos.Añadir Anotación
     Por aquí cerca, en el acantilado, hay una cueva que se descubre con la marea baja, así que ahora estará empezando a inundarse. No tiene difícil acceso, así que decido acercarme; tal vez el mar me muestre algunos de sus tesoros.
     Unos pequeños cangrejos corretean por los alrededores de la cueva. Me acerco a ellos y miro al interior de la cavidad. Entre las penumbras veo algo inusual. Un bulto de considerable tamaño. Me acerco, andando con cierta dificultad sobre las rocas, y descubro un cadáver en avanzado estado de descomposición. Cada ola que llega lo mece suavemente, pero amenazando con llevárselo a sus dominios. Es el cadáver de un hombre, aunque no logro verle la cara. Me sorprende un poco el hecho de no estar asustado, aunque tardo en reaccionar y, finalmente, una ola un poco más fuerte que las anteriores lo voltea y lo saca de la cueva. El cadáver se gira ante mí y sus ojos vidriosos me miran con intensidad. Son mis ojos. Y entonces me doy cuenta de que mi paseo ha llegado a su fin.Añadir Anotación



Igor Rodtem

Rodtem, 18 de Enero de 2005
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