La Vergüenza Dirigida por David Planell Guión de David Planell y Santos Mercero Interpretado por Natalia Mateo, Alberto San Juan, Norma Martínez, Esther Ortega y Brandon Lastra Fotografía Charly Planell Música Christopher Slaski Producida por AVALON
Curtido como realizador en varios -y premiados- cortometrajes o como guionista de series de televisión tan populares como Hospital Central, David Planell afrontó con La Vergüenza el reto de su primera película. Acompañado en el guión de Santos Mercero -creador de Hospital central- ideó para su opera prima un argumento bastante original en el que nos hablaba de una de las partes "menos bonitas" y de las que menos se habla sobre los procesos de adopción o acogida: El de los padres que rechazan a su hijo adoptivo.
De este modo, traza un relato en el que una pareja de treintañeros, burgueses y "progres" a la vez, cree vivir un infierno tras haber adoptado a un niño peruano con problemas de hiperactividad. Con una puesta en escena demasiado austera, casi todo el metraje transcurre en la misma mañana y entre las cuatro paredes de los protagonistas. Esto hace que la narración sea de un tono pausado, tenga un marcado tono teatral y esté basada principalmente en los diálogos que mantienen sus protagonistas. En una cinta de estas características los personajes deben estar muy bien construidos y sus diálogos tienen que ser muy ágiles para generar en el espectador el interés suficiente como para que mantenga la atención y no se aburra. En el caso de La Vergüenza, Planell se aplicó muy bien para construir a unos personajes con los que cualquier espectador podría sentirse identificado. No son monolíticos y el guionista sabe dotarles de los suficientes matices como miedos, inquietudes, inseguridades o aspiraciones con el fin de que cualquier espectador tenga la sensación de que está viendo las vicisitudes de una serie de personas con las que podría encontrarse en cualquier esquina... o dentro de su propia casa. Sin duda, sobre el papel los protagonistas de la cinta tenían tanto potencial que hubiera sido arriesgado ofrecerle a actores poco adecuados el que los interpretaran. De este modo, el director se rodeó de viejos -y talentosos- conocidos para que, junto con uno de los grandes actores con los que cuenta el cine español contemporáneo, se ocuparan de darle vida a estos personajes en la gran pantalla.
Lo más llamativo del reparto es el duelo interpretativo que mantienen Natalia Mateo y Alberto San Juan, los actores que encarnan a Lucía y Pepe, esa pareja que no se adapta a vivir con Manu, el problemático niño de ocho años que acogieron. Juntos nos regalan a los espectadores unos cuantos buenos momentos con escenas tan intensas que se quedan grabadas en nuestras retinas. Las conversaciones que mantienen entre ellos están repletas de frases buenísimas y ellos las recitan con suma naturalidad. Tanto es así, que hay escenas donde el espectador conecta tanto con ellos que se implica en la trama y se hace partícipe de todo lo que les ocurre, habiendo escenas donde uno no puede evitar que se le haga un nudo en la garganta para, a continuación, reírse de alguna de las salidas de tono de tono humorístico que tiene Pepe que están ahí puestas por el guionista para rebajar la tensión ante la dureza de alguna de las situaciones. El humor no desentona con el drama y ambas partes encajan a la perfección en el argumento de la película, tal y como ocurriría en la vida real.
Siguiendo con los actores, Alberto San Juan está soberbio como el adulto que se niega a crecer y que no sabe hacer frente a las responsabilidades que vienen acompañadas con su edad. Planell preparó para él un personaje cuyas emociones están a flor de piel y el actor responde al guionista / director con un trabajo donde se aleja del histrionismo y por el que podría ser merecedor -otra vez- del Goya. Mientras, Natalia Mateo, tuvo ante sí la oportunidad de hacer su primer papel protagonista y desde luego que no la desaprovechó. En los cortometrajes donde la hemos podido ver, en Amar en Tiempos revueltos o en papeles secundarios de películas como El patio de mi cárcel ya nos demostró que es una actriz todoterreno capaz de levantar cualquier tipo de personaje. De modo que en La Vergüenza, con un personaje más complicado de lo que pudiera parecer en un principio, volvió a deslumbrarnos con una actuación a la altura de lo que esperábamos de ella. Ella hizo suyo el personaje de Lucía, una mujer de negocios que renunció a muchas cosas con tal de tener un hijo. Natalia le encontró a Lucía su parte más humana y con ello consiguió que el espectador viera en ella más de lo que aparentaba ser. Además, mientras la historia avanzaba, la actriz rizó el rizo y logró que el personaje evolucionara de una manera natural y progresiva para transformarse en una persona -por fuera- completamente distinta de la Lucía que pudimos ver nada más comenzar la cinta. Su trabajo en la película fue sobresaliente y, entre otras escenas, cabe destacar una donde su personaje, solo en una habitación, se derrumba y rompe a llorar. Sinceramente, pocas veces un intérprete había llegado a conmoverme tanto con una escena de este tipo.
Natalia Mateo y Alberto San Juan fueron secundados por Marta Aledo, actriz que interpretó a la dura funcionaria de asuntos sociales encargada de hacer el seguimiento del proceso de acogida y adopción que están llevando a cabo Lucía y Pepe con Manuel. Marta es una actriz que posee gran cantidad de registros y en La Vergüenza los emplea para hacer que un personaje, que debería caerle antipático a cualquier persona, tenga el suficiente trasfondo para que comprendamos que esta funcionaria es una persona normal que tiene una vida fuera de un trabajo donde siempre ambiciona con cumplir las normas a rajatabla. Marta Aledo hace aquí una actuación más que brillante y, como espectador, debo añadir se me hizo corto el tiempo que aparece en pantalla y hubiera deseado que a la funcionaria que interpreta le hubieran dado más minutos en el montaje final de la película.
Punto y aparte se merece la subtrama protagonizada por Norma Martínez y Esther Ortega. Norma, para mí, es un gran descubrimiento y nos da a los espectadores una lección de cómo deben tratarse determinados personajes sin caer en los tópicos que todos conocemos sobre la manera en la que retrató la vida pasada de su personaje. Norma está perfecta como esa asistenta peruana que, como todos los personajes que aparecen en la película oculta su propia vergüenza, y espero ver más cosas de ella en un futuro. Esther Ortega asume la identidad de la compañera de la asistenta y, como si fuera Sancho, su papel se basa principalmente en ser la voz de la razón de su amiga. Esther es otra de las grandes actrices que pasan por esta película y, como sus compañeras, hace un excelente trabajo. En resumidas cuentas, esta actriz tiene uno de los papeles más pequeños de la película, pero el buen hacer de Ortega lo hace grande. Y de Brandon Lastra, el niño peruano, pues sencillamente añadir que -pese a lo complicado de su personaje- está bien en pantalla y no se nota su falta de experiencia en estas lides interpretativas.
Por otro lado, la realización técnica de la película es impecable aunque hay veces en las que peca de una excesiva austeridad y, quizá, le hubiera venido bien a ciertas escenas el estar acompañadas de una banda sonora que brilla por su ausencia en casi todo su metraje. Poco más hay que añadir de una pequeña película que debería estar presente en la colección de DVDs de todo aquel que sea amante del buen cine.
En cuanto a la edición en DVD que nos presenta Avalon hay que decir que es muy buena y tanto el vídeo como el audio tienen una buena compresión. Además, los extras como el making off o la galería de carteles están muy logrados y la inclusión de Ponys y Banal, dos buenos cortometrajes diridos por David Planell son un aliciente para cualquier coleccionista.
José Luis Mora
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