El mérito de [Rec] fue conseguir abrir los corazones de la masa. Los no adeptos al género de terror llenaron butacas y dieron el suficiente dinero como para sorprender con algo casi inédito en España: una secuela. ¿El secreto? Aunque parezca contrario, el amor. Dos directores amamantados, como toda una generación, por un cine muy concreto que, frente al pastiche convencional, han dado vida a un monstruo de Frankenstein desmembrando en referencias a los más grandes del horror.
Ecuación de segundo grado.
Y es en esta segunda parte donde las referencias se multiplican: como ejemplos "La Cosa" de Carpenter en el momento "análisis de sangre" o los gritos infantiles de "¡cómele el coño a la puta de tu madre!". Los "zombies" han pasado de ser "infectados" a "poseídos" en un esquinazo al primer film que a más de uno disgustará. El realismo, la espontaneidad y la falta de etiquetas de la primera acogen ahora la clasificación estándar, la linealidad e incluso el exceso de formalismos.
Con la clara intención de elevar el renovador tratamiento lingüístico de la primera parte, la cámara en primera persona no sólo muta a multicámara en algunos momentos sino que se convierte en pieza del puzle narrativo. Inicialmente como testimonio fílmico "real" de una primera y una segunda mitad por separado y, en la conclusión, como clave en la resolución de la búsqueda Medeiros (ingenioso uso técnico de los conceptos de luz y oscuridad). Jaume y Paco siguen esquivando lo gratuito en la utilización de cámaras que nos relaten lo presente y siguen jugando las cartas de una baraja que acabará por agotarse.
Obviamente, tratándose de los directores que son y de las referencias que destilan, el sentido del humor es un factor decisivo en esa catarsis tan sana "terror-humor". Negro como la bandera estadounidense y ácido como la saliva de un Alien. Aunque se echa de menos el gamberreo de la primera parte (me refiero a toda la parte central de las entrevistas con los asiáticos y los ancianos peleones). Entendiendo las reacciones del público durante la proyección (siempre con tendencia a la exageración en los festivales) han faltado risas, momentos de relajación para el contraste (la tensión continua acaba por relajar los músculos) y personajes patéticos cuyas muertes serían disfrutables (tronchante sin embargo el marido que quiere llevarle las medicinas a su "mujer" a toda costa).
Según palabras de Paco Plaza "todo tipo de fluidos han sido bienvenidos". Sangre con pitracos, burbujas coaguladas y desgarres cutáneos. Pero aún así hemos visto los créditos con sed de amor, de ese amor que arrullan las películas de los setenta y los ochenta y que tan bien entienden sus directores. Porque el exceso de sangre nunca es un defecto; y sospechamos que el estreno comercial de una película que nació en la cuna del cine despreocupado e "independiente" se ríe de la censura, entredientes.
Los 5 van a EL INTERNADO.
Una de las bazas del primer [Rec] es su continuidad y la experiencia en "primera persona". En su secuela, la fragmentación en diversos espacios y diferentes grupos de personajes supone una distracción. Estamos con el primer grupo de personajes durante cuarenta minutos, los dejamos abandonados en el piso y comenzamos las aventuras de un grupo de adolescentes que de entrada resultan bastante pegajosos. Media hora después, ambos se unen y ya no nos importan ni unos ni otros.
El giro antes mencionado hacia una trama puramente "fantástica", ya no realista, en un marco de terror (esoterismo, conspiraciones cientifico-eclesiásticas, exorcismos) sorprende y encuentra su justificación en los últimos 10 minutos del film anterior. "Podría haber sido cualquier cosa" confiesan sus autores. Claro que sí. Cualquier cosa. Y, teniendo todos en la retina "Los sin nombre" del amigo Jaume, no podemos parar de pensar en la procedencia germinal de aquello de "aislar el mal genéticamente en el Vaticano". Pero no deja de ser interesante el tratamiento serio y solemne del tema, sello característico de los títulos anteriores en las filmografías de la pareja.
Y si nombraba la desconfianza ante la plantilla "juvenil" no puedo dejar de comentar la sorpresa de encontrarme con tres actores quinceañeros harto orientados que dan a su trama la credibilidad que por guión le falta. Claro que, si en la faena de destacar actores nos imbuimos, la medalla al "generador de tensión craneal" (en la primera película colgada del peto del bombero calvete) la obtiene el Dr Owen ("alzado en cuello" por el magnífico Jonathan Mellor), puro nervio con acento y crucifijo.
Para concluir considero justo recordar el apartado técnico y, concretamente, los tres pilares sobre los que se sustenta la "atmósfera" [REC]; la barroquísima y neogótica dirección artística y el afilado diseño de sonido, a cargo de Gemma Fauría y Oriol Tarragó (dos ex-ESCAC), y la dirección de fotografía del repetidor Pablo Rosso
Como broche final me remito a unas de las frases más repetidas por Jaume Balagueró y Paco Plaza en la rueda de prensa del festival de Sitges. "Hemos hecho otra película para divertir a aquellos que nos dieron el sueldo". Pues, amigos, todos fuimos infectados aquella vez, ahora hemos sido poseídos.
Director de cortometrajes tan valiosos como "La belleza de la Señora Patata" y "Por cicatrizar". Ahora está preparando el rodaje de "Redneck Girls".
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