Hay autores de género fantástico de quienes sigo sus obras con pasión, casi como de un hincha de un equipo de fútbol me tratara... y uno de ellos es Claudio Cerdán. Y es que, de todos los escritores de novelas de fantasía que conozco, Claudio ha sabido entender cómo nadie eso de escribir fantasía épica de un modo en el que todo parezca -y sea- distinto, aportándole cierta sensación de novedad a un género que parecía estar bastante gastado.
Con su El Dios de los Mutilados escribió algo que podría definirse como el espagueti fantasía y esa limpia fantasía de épicas batallas con marcado tono idealista (por lo menos desde uno de los bandos) se convirtió esta novela en algo sucio, lleno de polvo, de anti héroes, de sadismo y de un montón de cosas más que le hicieron emparentarse a esta obra más con los westerns de Sergio Leone que de Tolkien. La novela concluyó con un final que, aunque podría considerarse prácticamente cerrado, nos dejó a los lectores con muchas preguntas en el aire y con ganas de saber más sobre los personajes que él mismo creó.
Así, esta segunda entrega, que lleva por título Cicatrices, continúa -más o menos- donde terminó la anterior y Cerdán vuelve a utilizar a Ferrick «el Urogallo» como hilo conductor de la narración. Esto supone un auténtico acierto y el autor hace que todo lo que sepamos de la historia sea lo que este trovador le va relatando al dragón que amenaza con terminar con su vida, si Ferrick no le cuenta toda la verdad y ésta no resulta ser interesante... Este recurso argumental tiene una clara influencia de clásicos como Las Mil y una noches y la relación entre narrador y escuchante está entre una de las facetas más logradas de esta, ya de por sí, excelente novela. Los diálogos mantenidos entre ambos personajes valen su peso en oro y son una buena muestra del acertado tono socarrón, irónico y cruel que marcará el resto del libro.
En cuanto a la historia principal, esta sigue los pasos de viejos conocidos como Manco, Estigma, Sir Far Lop o Macáligan por ese mundo fantástico creado Cerdán en el que todo es aún más violento y oscuro que en la última vez que lo visitamos. Cicatrices, en comparación, supera a El Dios de los Mutilados por cuanto asistimos a una narración más depurada en la que se nota la progresión a todavía mejor escritor que ha experimentado Claudio Cerdán en los últimos tiempos. Los personajes suenan más reales, sus personalidades tienen más matices y es de agradecer que el autor sea respetuoso con sus creaciones y no traicione sus respectivas idiosincrasias en beneficio de la historia o de «dulcificar» determinadas situaciones. En este sentido, el autor se ceba con algunos personajes y, con cierto vampiro en concreto, realiza tal ejercicio de sadismo que desmonta el mito del vampiro moderno de tal modo que aquí, en lugar de tener al típico vampiro moñas de Crepúsculo o a la mala bestia sedienta de sangre, nos encontremos con un pobre ser con quien los lectores terminaremos sintiendo simpatía.
La narración es sumamente entretenida y el ritmo no decae en ni un solo momento. Tal vez las primeras páginas son en los que más se cuesta entrar, porque la historia arranca con la premisa de que todos los protagonistas ya habían sido presentados en la anterior novela y no hubiera estado mal que el autor hubiera incluido un pequeño resumen sobre lo que ocurrió en la anterior entrega. Eso sí, esto es sólo un pequeño detalle y que puede solucionarse de la manera más sencilla: Volviéndose a leer El Dios de los Mutilados justo antes de empezar la lectura de Cicatrices.
En resúmen, Cicatrices es una excelente novela (y me quedo corto, diciendo que sólo es excelente) que supone todo un soplo de aire fresco dentro del género fantástico. Según dicen... habrá una nueva entrega de esta serie dentro de un tiempo. Pues yo no me la perderé.
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